viernes, 31 de julio de 2009

Reincidentes



La gente de Pixar lo ha vuelto a hacer. He visto 'Up' y es otra joya, a la altura de 'Wall-e'. Bien, puede que casi a la misma altura, porque salí más fascinado de ver al pequeño robot, pero puede que sea achacable al efecto sorpresa. En este caso, no obstante, he podido disfrutar como gran novedad de las ventajas de la proyección en 3D -ojo, no todas las salas cuentan con este sistema- y sí, es muy curioso, pero los primeros 10 minutos. Luego te acostumbras y te parece igual que antes.

Al igual que apunté hablando de 'Wall-e', hay dos partes diferenciadas en 'Up'. Una primera con escaso diálogo que resulta uno de los mejores homenajes nunca hechos a la historia del cine, con planos, secuencias y encuadres que te llevan mentalmente a esos rincones de la memoria donde se almacena lo mejor de lo mejor. Algo de Chaplin, de las pelis de piratas de Errol Flynn y hasta 'ET' es lo que puedo recordar.

Por si no están al tanto,el film cuenta la escapada hacia la aventura de un yayo que de joven quiso ser aventurero junto a su mujer, a la que le unía esa pasión por el riesgo que, por una cosa u otra, no llegaron a poner en práctica. En el otoño de su vida -vaya expresión cursi- y una vez viudo, se pone manos a la obra y levanta con globos su casa camino de los tepuys venezolanos. Con polizón incorporado, un niño gordito que también quiere ser un héroe de lo indómito.

No les he reventado nada, porque el tráiler y hasta los anuncios cortos cuentan esto. Eso sí, ya no les doy más pistas, que si no la cosa pierde su gracia. Ah, no se pierdan el cortometraje previo, también de Pixar, un prodigio de delicadeza.

Volviendo a 'Up', evidentemente, la segunda mitad de la película resulta más movida, con un carrusel de situaciones repletas de ritmo, que para algo es (en teoría) una película infantil. Ahora bien, me pregunto si esta gente no siente la tentación de hacer una película, esta vez entera, más dedicada a un público adulto. Como las de Miyazaki, el de 'El viaje de Chihiro' y otras, que, todo hay que decirlo, se me hacen algo pesadas a la media hora.

Dos cosas para acabar. Primera: No se lo destripo, pero en los primeros minutos del metraje puede apreciarse un encadenado -o puede que secuencia, no lo recuerdo con exactitud-, que merecería pasar a la Historia del Cine -así, con mayúsculas- como epítome de sensibilidad y maestría en el uso de la elipsis. Ya saben, menos es más.

Segunda: ¿Pegarle una hostia a un niño de siete años es falta o es delito? ¿Y a su abuela sesentona? Porque daría para seis párrafos lo malcriados que son los niños actuales y lo estúpidos que pueden ser los mayores que los acompañan. Y ya que me lo preguntan, mi sobrino es el crío más formal en público que conozco.

Vídeo del día: 'Fortunate son', CREEDENCE CLARWATER REVIVAL

miércoles, 29 de julio de 2009

Noche gótica



Lo que paso a referirles no es que tenga look a lo Tim Burton ni locución de Vincent Price; simplemente, fui de concierto a la Plaça del Rei, en el corazón del Barrio Gótico barcelonés. Sí, marco incomparable, ya se sabe, con sillas de tijera y todo, vaya chorrada por cierto, para ver y escuchar a dos perlas del cada vez menos underground local.


Primero, Extraperlo, de los que ya conté algo por aquí hace unas semanas. Pues nada, lo mismo, gente muy joven que calca -no sé si involuntariamente- a los primeros Prefab Sprout, a Orange Juice y a los españoles Ciudad Jardín, con un pop de aires tropicales, muy estival, y que a quien no conozca a los antes citados le sonará muy novedoso. No es mi caso, y no me parecería demasiado grave si contaran con canciones de fuste para sustentar el invento; desgraciadamente, aparte de la resultona 'Bañadores', no queda sino la nada.


Paso a hablarles del lugar, que tiene más enjundia. La plaza en cuestión, preciosa, sólo tiene una salida natural, que estaba vallada. Se accedía a través de no recuerdo qué edificio y un patio. Bien, estaba prohibido entrar con comida o bebida, así que había que tragarse dos conciertos de música movida de una hora aproximada cada uno sentado y seco. En teoría, claro.



Porque en el acceso vallado te ponían una pulsera tipo "salgo de la disco y vuelvo a entrar", cruzabas al exterior y te asaltaban los lateros pakistaníes -algunos muy maleducados- para que saciaras tu sed. Luego, te metías la lata en el bolsillo y entrabas tranquilamente. Resultaba obvio y se veía claramente, pero el Ayuntamiento, que organizaba el bolo dentro del Grec, prefirió la chapuza esta a habilitar una barra en el interior de la plaza. Que quedó igualmente llena de latas al final de la noche.



La segunda banda de la noche eran los antes muy marcianos Tarántula, que han domesticado sonido y actitud en su nuevo álbum, 'Humildad trascendental', que por cierto, uno puede bajarse gratis desde su web. Ahora en formación de cuarteto, el combo ya no es tanto Derribos Arias como los Siniestro Total de 1984, los de 'Menos mal que nos queda Portugal'. Más tabernarios que surrealistas, los tarantuleros tienen sus propios 'Miña terra galega' -que sería 'Condes de barcelona- o 'Menea el bullarengue' -'Con toda la marcha'-.


Divertida e inconoclasta, la banda arrastra tras de sí un grupo de amigotes-seguidores que resulta enternecedor por su empeño en diferenciarse. Es lo que tiene la juventud, imagino, y si lo reconozco en los demás es que ya soy mayor, mucho me temo. A lo que iba, bigotes setenteros y gorras baratas de paleto americano conforman la imagen predominante en esta peña que busca la originalidad en lo que se hacía hace 25 años. Pero ésa es otra cuestión.


Vídeo del día: 'Con toda la marcha', TARÁNTULA

lunes, 27 de julio de 2009

La reina del Carrefour



Tremendo, memorable truño el de Madonna la semana pasada en el Estadio Olímpico. He tardado seis días en ponerme a escribir porque, de verdad, me da pereza. Pero un artista se debe a su público y ustedes (los que no fueron) merecen saber la verdad. Que no es otra que la ex de Guy Ritchie canta como una almeja, que el montaje no es digno de un gran estadio y que ver el culo apretado de una señora de 50 años no compensa pagar una entrada tan cara.


A todo esto, unas 40.000 personas a lo sumo acudieron a ver a la Ciccone. El público de la señora no parece tan fiel como para dejarse 72 pafias en un boleto. Eso, como mínimo, que había entradas más caras. La gente, además, llegó a su bola; es decir, tarde. Cualquiera que haya ido a Montjuïc a un espectáculo sabe que ir en coche o en taxi supone quedarse atascado en la subida. Por ese motivo, el concierto empezó con 30 minutos de retraso. Por eso, y también a ver si así la grada presentaba un aspecto menos desangelado.


Total, que empezó el show, con mucho videoclip rutilante en las diminutas pantallas de vídeo y Madonna interactuando con sus bailarines. El show se estructuró en cuatro partes, con una primera centrada en su último y poco memorable álbum, 'Hard candy'. Daba lo mismo que Pharrell Williams, un rapero de lo más interesante, cantara con ella desde las pantallas o que éstas acompañaran una canción con imágenes de Britney Spears: la diva cantaba peor que Alaska, con unas notas graves dignas de un camionero y una querencia por el berrido para disimular que no se alcanzan según qué registros.


Para tapar agujeros estaban también las muy solventes coristas y la propia voz de Madonna, haciéndose coros pregrabados a sí misma. Patético. Eso sí, en consonancia con lo mediocre de la puesta en escena, por mucho Rolls que sacara. Nada que ver con su anterior gira, el Confessions Tour, muchísimo más inspirado en forma y contenido. Aquí, ni una pantalla circular en la parte central aportaba demasiado, al igual que el sonido, pobre y amazacotado.


Un descafeinado 'Vogue' cerró el primer bloque, mientras que el segundo, dedicado a las viejos éxitos ochenteros, incluyó destrozos de las hasta ahora siempre resultonas 'Holiday' o 'Into the groove'. El oportunista homenaje a Michael Jackson resultó, sintomáticamente, de lo mejor de la noche, con un bailarín emulando al finado bajo extractos de 'Billie Jean' y 'Wanna be startin' something'. Y siguió el megamix -thermomix sería más apropiado, aquello era un triturado de cosas antaño deliciosas- de Madonna, enlazando unos temas con otros, con sampleados de hip hop o de los Sex Pistols, demoliendo lo mejor de su repertorio, como 'Dress you up' o 'Music'.


Pero faltaba la madre de todas las locuras. Un inenarrable segmento hispano-latino-zíngaro-balcánico, con ecuménicos y sonrojantes mensajes de paz y amor, y canciones de juzgado de guardia como 'Spanish lesson' o 'La isla bonita'. A su vera, un grupo de músicos sacados de una parodia de Emir Kusturica nos deleitaban con su lectura del encantador sonido de la Europa suroriental. Vamos, que sólo faltaba la cabra.


¿Fue todo una mierda? No, la recta final tuvo momentos de brillantez por fin, como 'Like a prayer', la mejor pieza de la noche y la primera que hizo bullir a la multitud. El broche de cierre, con 'Ray of light' y 'Give it 2 me', mantuvo la excitación pero no desató la locura. Ni siquiera ver a Justin Timberlake -mi estrella mainstream favorita- en pantalla produjo temblores bajo los pies de los presentes.


¿Conclusiones? Que un estadio le queda muy grande a la Madonna actual, y que su show es más propio de un Palau Sant Jordi o similar. Que debería ir más a clases de canto y menos al gimnasio. Que su supuesto glamour resulta chabacano hasta en el Carrefour. Que enlazar canciones en plan discoteca está bien si las melodías resultan reconocibles. Que su empanada místico-religiosa sería más llevadera con más biblioteca y menos discoteca. Que, visto el público, que se dio cita, Madonna marca tendencia igual que la Juani de Bigas Luna.


Vídeo del día: 'Like a prayer', MADONNA


martes, 21 de julio de 2009

Això és una dona



Hasta hace una semana, Lucinda Williams era un nombre que me sonaba vagamente asociado a las cunetas de country de las tiendas de discos. Pero ni idea de sus discos, su canciones o la cara que tiene. Pues bien, el lunes por la noche me hubiera casado con ella. Qué mujer, qué carisma, qué voz, qué canciones, qué banda, qué concierto...

Les decía que hace unos días, una serie de artículos sobre la señora Williams y su inminente debut en España llamó mi atención. Como las fuentes eran fiables, pedí un favor, me fue concedido y conseguí una entrada. Solito, fui a Apolo apurando la hora y entré con el bolo recién iniciado. Luego me enteré de que, al estilo de los grandes del soul, la banda había estado tocando casi media horita, a modo de calentamiento, sin la diva en escena.

La señora Williams lleva tres décadas dando lustre a una carrera labrada a base de canciones descarnadas sobre barras de bar, noches prometedoras y amaneceres decepcionantes. Todo ello, envuelto en un rock con pinceladas country y ocasionales apuntes de folk y blues. A lo ya dicho, súmenle una voz rota, poderosa, macerada en bourbon y Marlboro, y tendrán a una intérprete superlativa.

El punto definitivo al guiso lo aportaba una banda sensacional -dos guitarras, bajo y batería- que, curiosamente, parecía bastante más joven que la solista. A todo esto, Lucinda va por los 56 años y su look actual la asemeja bastante a Chrissie Hynde, la de Pretenders. Delgada, pelo negro, vaqueros apretadotes, como decían de la señora de Jordi Pujol sus fieles, "això és una dona".

Dicen sus seguidores que la de Louisiana se ha domesticado, que ya no es la fiera dispsómana de antes. Bien, no puedo comparar por falta de referentes, pero la mujer dio uno de los conciertos más cálidos que he visto en mucho tiempo. Arropada por unas 600 almas muy entusiastas, la Williams se esforzó por conectar con su público y llegó a vérsela emocionada por la respuesta del respetable. Un loable caso de retroalimentación.

Concluidos los bises, salió a escena sola con su guitarra y las gafas de ver puestas para cantarnos Adiós corazón amante de Violeta Parra. Leyendo a duras penas la letra y cantando en un voluntarioso español, Lucinda nos mandó a casa con un regalo.


Vídeo del día: 'Essence', LUCINDA WILLIAMS

miércoles, 15 de julio de 2009

Cornudo y apaleado



Llámenme oportunista, ventajista o demagogo, pero me cuesta entender por qué el Estado me persigue por ir en moto sin casco (si me la pego, peor para mí) y en cambio, a los centenares de mocetones que corren los Sanfermines hay que tenerles todo tipo de lástima y empatía si, como ha ocurrido recientemente, a uno le ocurre una desgracia.

Ojo, estoy a favor de que las autoridades eviten que la gente se vaya matando alegremente y me parece muy bien que me empapelen si me da por pilotar melena al viento, pero ya va siendo hora de que alguien les diga a los pamploneses que correr apelotonado en compañía de morlacos de 600 kilos es una invitación al suicidio, y que si no hay más muertos es porque San Fermín tiene mano con Dios.

Dicho lo cual, quisiera rematar el apunte -no por demagogo menos sincero- con los castells. Que sí, que ahora a los críos les ponen casco, pero vamos a ver: ¡¡¡Que tienen seis o siete años!!! Y suben a 15 metros de altura. Me gustaría ver al padre de uno de estos querubines el día -que ojalá no llegue- en que la criatura se parta la columna al hacer llenya el asunto.

Vídeo del día: 'Superfreaky memories', LUNA

martes, 14 de julio de 2009

La respuesta es sí



Llevaba yo un tiempo intentando dilucidar si me gusta el grupo Manos de Topo. Sus inspiradas odas al desamor visten un ropaje musical deudor de The Cure en su faceta manos oscura, pero lo que confiere una personalidad inconfundible al conjunto es la quejosa voz de Miguel Ángel Blanca, que toma como punto de partida el Robert Smith de 'Lullaby' para adentrarse en un mundo lastimero que provoca fascinación y fastidio a partes iguales.

Y en esto que el sábado acudí a la playa -fantástica, todo hay que decirlo- de El Prat para escuchar en directo a los barceloneses. El cuarteto, apoyado por una violinista, sonó deliciosamente inspirado, y fue enlazando canciones sin apenas bajones -lo que habla bien de su repertorio-, versión de Sergio Dalma incluida. Y sí, si atraviesas la pared que supone el especial estilo cantor del vocalista, Manos de Topo ofrece una sensibilidad especial, poco común en el pop español de ahora mismo.

Ya me habían parecido muy originales en aquel fallido concierto homenaje a Los Planetas, pero la prueba del concierto propio me presentaba dudas. Que ya he desechado. El toque acústico de la guitarra -no llevan eléctrica- el sonido de sintetizador casio ochentero o de un xilofón de juguete, y esas letras tan agudas y, en ocasiones, masoquistas, me han convencido.

Ojalá pudiera decir lo mismo de Love of Lesbian, grupo que cada vez me interesa menos y que tocó a continuación. No me voy a extender en detalles, pero se me hizo larguísimo y constaté que, ahora mismo, su primera referencia son ellos mismos. Luego tenían que actuar Mendetz, pero ya no había ganas de nada y emprendí (mos) el regreso.

Vídeo del día: 'Es feo', MANOS DE TOPO

jueves, 9 de julio de 2009

Clase, estilo y distinción



Veinticinco años después de su debut, la elegancia, la clase y el estilo de los Pet Shop Boys siguen siendo de lo más moderno del panorama musical. Quien lo quiera comprobar, ahí tiene 'Yes', el último álbum del dúo y uno de sus mejores trabajos. Y también lo pudimos contrastar los 4.000 afortunados que subimos el martes al Poble Espanyol a delitarnos con el nuevo espectáculo de Tennant y Lowe.

En esta ocasión, acudí solo. No había comprado la entrada previamente, así que me dirigía la taquilla cuando me empezaron a ofecer entradas por debajo de su precio oficial, 40 pafias. Me hice el duro, puse cara de 'no me molestes', y me quedé a un metro de la ventanilla haciendo ver que leía no sé qué cuando un guiri hispanoparlante me ofreció un boleto a 30 euros.

Hala, adentro. Momento de recordar lo maravillosos que son los baños del recinto comparados con los de otros lugares que acogen conciertos y el peligro que tiene ir solo cuando se es como yo. No me refiero a atractivo, sino a cervecero. Y sí, el peligro es que bebes y bebes porque no comentas la jugada con nadie; claro que al final, de tanto beber, sí que haces amigos, pero ésa es otra historia.

En vez de teloneros, había una chica con camiseta de David Bowie pinchando clasicos indies en el centro del escenario. Por fin, con 20 minutos de retraso, una intro dio paso a 'Heart' y al dúo junto a su habitual cohorte de coristas y bailarines. Sólo que todos salieron con unos cubos (figuras geométricas, no de los de fregar) en la cabeza, a juego con la escenografía, con (más) cubos formando paredes al estilo del montaje que usaron Pink Floyd en 'The wall'.

A partir de ese momento, unos 100 minutos del mejor pop posible, con picoteo en su último disco -las muy notables 'Love etc.', 'Did you see me coming' o 'Building a wall'- e inserción de pelotazos indicutibles: 'Go west', 'Always on my mind', 'Suburbia'... Hubo cambios de escenografía, cambios de vestuario, cambios de actuantes, todo fluido salvo el hecho de encadenar tres baladas, aunque una fuera la preciosa y poco conocida 'Do I have to'.

El momentazo de la noche abrió la la recta final, con el medley de 'Sé a vida é' y 'Domino dancing', que se transformó en 'Viva la vida' de Coldplay. Sí, odio esa canción, pero me partí la caja viendo a Neil Tennant cantarla ataviado con corona y capa -como Dave Gahan en el vídeo de 'Enjoy the silence'- y acordándome de que los PSB tiran con bala contra la épica cargante. Que les pregunten a U2 por su 'Where the streets have no name'.

Y, sin transiciones, el fiestón se remató con 'It's a sin', que incluyó lanzamiento de estrellitas al público, y cerraba el tramo regular del concierto. Quedaban los bises, dos joyas del cancionero petshopboyiano, pero que quizás deberían haber caído antes: 'Being boring' y 'West End girls'. Me gusta que los finales sean movidos, qué le vamos a hacer, pero ni eso ni el que no tocaran 'Rent' o 'Flamboyant' me van a quitar la sonrisa de bobo que aún llevo.


Vídeo del día: 'It's a sin', PET SHOP BOYS


lunes, 6 de julio de 2009

Soy un macarra, soy un hortera



Los buenos aficionados a la siesta saben que es menester un buen documental en la tele -o el Tour en esta época- para que la dormida sea de calidad. A esa hora, me pongo a zapear en busca de tiburones o leones y siempre paro unos segundos en Cuatro para dar rienda suelta a mi perplejidad. Me refiero a 'Fama, a bailar', el concurso donde una serie de aprendices de bailarines pasan días y más días machacándose con la vana ilusión de llegar a algo en el mundo de la danza.

Y digo vana porque, con veintymedios años que tienen la mayoría de participantes, no se llega a triunfar ni en el baile ni en el fútbol salvo casos muy contados. Pero bueno, confieso que a mí me trae al fresco cómo bailan estos muchachos, igual que me trae al fresco OT y productos similares. Lo que me fascina son las pintas que gastan y lo asilvestrado de su habla.

¿De dónde sacan a esta gente? ¿En su pueblo o barrio van ataviados como extras de un videoclip USA de tercera? ¿Sujeto, verbo y predicado conforman una ecuación difícil de entender? ¿La culpa es de la ESO o de los SMS? En fin, no me voy a extender, mejor que algún día lo vean ustedes. Yo no aguanto un minuto de reloj. Eso sí, les recomiendo a un tal Juan Carlos (ver foto), del que cuesta dilucidar si son más impagables sus disfraces o sus palabras.

Vídeo del día: 'Over and over', HOT CHIP

viernes, 3 de julio de 2009

Momentos Jacko




Ahora que decrece el ruido mediático en torno al difunto Michael Jackson, me doy cuenta de que realmente me sabe mal que haya fallecido. Me recuerda el caso de Freddie Mercury: nunca fui demasiado fan ni de uno ni de otro, pero desde que uso tengo de razón ellos estaban ahí. Si mi primer recuerdo televisivo es la inauguración del Mundial 74 -aún no había cumplido servidor cinco añitos-, los protoclips de 'Blame it on the boogie' o 'Bohemian Rhapsody' no andan muy lejos.


Y como me siento expansivo, les confío dos momentos personales vinculados a Jacko. En la Nochevieja de 1983, mi menda lerenda no tenía edad de salir así que permanecí en casa con mis padres y tíos viendo el programa especial de la que por entonces la gente llamaba "la mejor televisión de España". Sí, claro, no había más. En fin, TVE tuvo a bien estrenar el vídeo completo de 'Thriller' en fecha tan señalada para pasmo de la gente de orden, como mi tío, que acompañó el pase del clip con todo tipo de improperios.


Y ahora viene lo mejor. Acabado el vídeo, mi tío llamó a Prado del Rey y le dijo a la telefonista (lo recuerdo como si hubiera sido ayer): "Mire, imagino que estarán teniendo muchas llamadas de protesta, así que cuente ésta como una más. Buenas noches".


Mi otra anecdóta michaeljacksoniana data de 1997, puede que 1998. Andaba por entonces el varón soltero heterosexual tratando de dejar de serlo -soltero, no heterosexual- y, en un momento en que no sabía exactamente en qué situación se encontraba la cosa, apostó fuerte, tiró de Visa y le regaló al objeto de sus desvelos la discografía completa de MJ. Bueno, el 'Thriller' no hizo falta, que ya lo tenía.


Aún recuerdo la cara del dependiente cuando puse sobre el mostrador la pila de cedés. Y la de la interfecta, cuando le hice entrega. En fin, iba a decir que lo único que saqué a la larga de esta historia es una cinta de cassette con la mejor recopilación posible de Michael Jackson hecha por mí mismo, pero perdí la cinta. Sí, también.


Video del día: 'Blood on the dance floor', MICHAEL JACKSON