lunes, 29 de junio de 2009

Dieta baja en calorías



Con la llegada de los calores estivales han brotado los conciertos light, muy apropiados para esta época porque no fatigan, dejan escaso poso y se digieren con rapidez. Primer ejemplo de lo dicho fue el bolo de Sexy Sadie en Apolo el jueves pasado, dentro de los fastos -es un decir- del 20º aniversario de Subterfuge, su discográfica de toda la vida.


Los mallorquines, una debilidad mía de toda la vida, se separaron hará dos años, así que la ocasión la pintaban calva para pasar un buen rato. Pero el bolo, previsto para una semana antes, se aplazó por problemas entre promotora y patrocinador. Finalmente, sin casi publicidad, el grupo actuó ante apenas 200 personas, lo que, lo siento por ellos, a mí me parecía estupendo. Me gusta estar ancho, qué le vamos a hacer.


Todo pintaba estupendo, pero, si bien andaba yo informado de que el grueso del concierto se centraría en 'It's beatiful, it's love' -el disco más pop del conjunto-, lo que ignoraba es que el bolo iba a ser básicamente lo que se conoce como un Don't Look Back. Es decir, una actuación en la que el artista interpreta íntegro un álbum determinado de hace algunos años. Ojo, no es un mal disco, pero a mí el cuerpo me pedía más guerra y no todas las canciones soportan por igual el paso del tiempo.


Total, que lo que sí me tocó la fibra fueron los bises: 'In the water' y 'Someone like you'. Su primer hit y la canción que más repercusión obtuvo, spot de un coche incluido. Tremendas guitarras, memorables estribillos y un cantante con una voz privilegiada dentro de la escena indie española. Si un grupo que yo sé tuviera esta voz, dejaría de avisar a Houston que tiene un problema.


Y el sábado, parquecito idílico en una antigua masía o convento o vaya usted a saber de L'Hospitalet. Jardines de la Biblioteca Can Sumarro se llama el sitio. Escenario al aire libre y el respetable sentado delante, en un césped la mar de acogedor. Todo ello para ver y oír a Francisco Nixon, presentando su segundo álbum en formato de dos guitarras -acústica y eléctrica-, ya que ahora no es un grupo unipersonal (Fran Fernández) sino un dúo con la inclusión oficial de Richi Vicente.


Velada apacible, degustando algunas buenas canciones y otras que lo son menos. El naturalismo en las letras tiene eso, que pasas de la sublime cotidaneidad ("trabajas en Inditex / más guapa no puedes ser") al desprecio a la métrica con tal de no dejar fuera ningun palabra (la canción 'Notre dame' entera). En cuanto al sonido, la formación de dúo les limita a un folk-pop que en ocasiones me recordó a los Herman Düne.


Y poco más. Algún rescate de La Costa Brava ('Adoro a las pijas de mi ciudad') en el repertorio y todo muy agradable, salvo mi particular senasación de que beber cerveza sentado en el suelo le sienta mal a mi estómago, como tantas otras cosas. Ah. el cierre, con 'La vida sigue igual', de Julio Iglesias, sencillamente espléndido.


Vídeo del día: 'Erasmus borrachas', FRANCISCO NIXON

lunes, 22 de junio de 2009

Golpe bajo




En estos días en que todo el mundo habla de la trilogía del sueco y de que si "es un bestseller pero no te creas que es una basura como El código da Vinci", servidor ha rematado la lectura de una obra que, desde luego, rivalizará en ventas con el nuevo volumen del difunto Stieg Larsson, y con el que, seguramente, poco más tiene en común. Me refiero a 'Anatomía de un instante', de Javier Cercas.


Partiendo de la imagen -o mejor dicho, del fotograma- de Adolfo Suárez sentado en el banco azul del Congreso mientras las balas silbaban por el hemiciclo, Cercas radiografía el intento de golpe de estado del 23-F tomando como punto de partido al por entonces dimitido presidente del Gobierno, a su vicepresidente el general manuel Gutiérrez Mellado, y al líder comunista Santiago Carrillo. Efectivamente, los tres que no se tiraron al suelo cuando un teniente coronel de la Guardia Civil, pistola en mano, dio orden de ametrallar el techo.


Cercas opta por documentarse profusamente, para luego plantearse preguntas y proponer hipótesis. Este bloguero tenía 11 años cuando el golpe fallido, y no recuerda algunas de las cosas que sucedían en aquella época, pero como cada quinto, décimo o vigésimo aniversario los periódicos dedican páginas y más páginas a lo mismo, una idea formada sobre el asunto sí tenía. Esto viene a cuento de que algunas de las hipótesis que aporta 'Anatomía de un instante' no son las habituales que se han podido leer y escuchar todos estos años.


Me refiero en concreto, al papel del Rey como salvador de la democracia. El autor dictamina que, efectivamente, la intentona golpista murió cuando el monarca apareció de madrugada en televisión instando a respetar el orden constitucional y desautorizando cualquier movimiento militar -los tanques habían salido a la calle en Valencia- que no aprobasen él mismo o la Junta de Jefes deEstado Mayor; pero también sostiene que en los meses previos al 23-F mantuvo una actitud displicente hacia Suárez que minó la credibilidad de éste ante políticos y militares.


Y una de las cosas que servidor ignoraba y que tiene miga es la entrevista en Lleida entre Enrique Múgica (sí, ese señor de pelo cano que hace ver que ejerce de defensor del Pueblo y está todo el día en el palco del Bernabéu) y Joan Reventós por parte socialista, y el general Armada por la suya propia. Armada buscaba cómplices para formar un Gobierno de unidad nacional presidido por él mismo, que integraría a socialistas, comunistas, populares y, cómo no, militares. Y no salió del todo descontento del encuentro.


El autor quería hacer una novela, pero no funcionaba y optó por el ensayo. Todo eso que salimos ganando los lectores, ya sea uno conocedor o ignorante de lo acontecido no tanto el 23-F sino en los meses previos. Impecablemente escrito, aunando rigor y claridad, cuesta dejarlo una vez empezado. Y lo que se aprende. señora


Además, mi palabra favorita del mes sale de este libro. Si en mayo fue 'aldeano', en junio es 'chisgarabís'. A ver cuándo puedo colarla por aquí.


Vídeo del día: 'Sunday morning', THE VELVET UNDERGROUND


martes, 16 de junio de 2009

Psicoastenia cervecera



El otro día asistí a un concierto de un grupo histórico de la Ciudad Condal, Los Negativos. A mediados de los 80, el cuarteto -ahora quinteto, al menos en directo- agitaba sus flequillos a golpe de Rickenbacker recuperando sonidos sesenteros de cariz guitarrero y psicodélico. Tras un par de álbumes y una recopilación de maquetas e inéditos, pasaron a mejor vida. Reaparecieron con una formación diferente en 1996, pero su vuelta pasó desapercibida.


Ahora han regresado con un álbum, 'Dandies entre basura', que no he escuchado. Lo presentaron en La 2 de Apolo y ahí pude hacerme una idea. Mi veredicto es que, sin ser malas canciones, el material no alcanza ni por asomo la pegada de los viejos temas, como 'No soy yo (La psicoastenia)' o 'Moscas y arañas'.


Me gustaría hacerles un relato más preciso del asunto musical, pero entre la buena compañía con la que había quedado y la que encontré por allí acabé en estado lamentable. En fin, que me quiten lo bailao, que fue bastante, pero no lo bebido, que aún fue más.


Vídeo del día: 'Moscas y arañas', LOS NEGATIVOS

martes, 9 de junio de 2009

Citius altius fortius



El lema olímpico de "más rápido, más alto, más fuerte" viene al pelo para hablar del concierto de AC/DC el domingo en Montjuïc. Bueno, a estas alturas hay mucha gente que toca a mayor velocidad o con mayor estridencia que los australianos, pero para aguantar con más que dignidad dos horas de espectáculo de un genero escénico tan trasnochado como el rock de estadios, o eres los hermanos Young o eres los Stones.


Vayamos con los tradicionales apuntes de sociología barata. Muy muy poca juventud entre las más de 60.000 almas que llenaron el recinto, con la excepción de algunos críos que iban de la mano de sus padres, lo cual no deja de ser curioso, dado que el precio de las entradas, entre una cosa y otra, superaba los 70 euros.


El capítulo higiénico-sanitario merece asimismo especial consideración. Con el estadio lleno hasta los topes, el acceso a los muy correctos baños del recinto había sido cerrado. En su lugar, la gente tenía que aliviarse en esos retretes móviles (polyklin les llaman) tan habituales en los festivales y en las obras, y aquelo se convirtió en una piscina de orines, con gente meando directamente contra una pared. En fin, algo denunciable en el juzgado cuando te soplan lo que te soplan por un boleto.


Los problemas de vejiga, por otra parte, son de esperar cuando lo que te venden los 'mochilaman' -vendedores ambulantes de cerveza- son vasos de un litro. Al módico precio de 11 pafias, por cierto. Ignoro si en las barras dispensaban otros tamaños de bebida, pero la multitud que las tenía rodeadas invitaba a todo menos acercarse.


Sé que todo esto son menudencias y que debería ponerme a hablar ya del concierto propiamente dicho, pero tampoco hay demasiado que decir. Todo el mundo sabe ya que AC/DC son una aplastante máquina de boogie rock, que evolución es una palabra que no figura en su diccionario y que su cancionero está cortado por el mismo patrón de riff graníticos y letras calenturientas.


Pero qué demonios, ya lo dijo Keith Richards: "Me gustan AC/DC porque no son pretenciosos". Así que nada de fusiones étnicas, experimentos noise o technoremezclas. 'Dirty deeds done dirt cheap', 'Back in black', 'Shot down in flames', 'Let there be rock', 'The jack'... una tras otra con alguna incorporación del nuevo álbum, 'Black ice', como la pieza que abrió la velada, 'Rock'n'roll train'. Para mi gusto, la mejor fue 'Whole lotta Rosie', una de mis tres favoritas de la banda.


El setlist se cerró con el predecible bis de 'Highway to hell' plus 'For those about to rock'. Los tradicionales cañonazos pusieron punto final a una serie de trucos escénicos tan trogloditas como el rock'n'roll que escupen los australianos. Una locomotora en el centro del escenario o enormes muñecas inflables son recursos más bien demodé para los tiempos que corren, pero a AC/DC nunca les ha perdido la estética.


Por ponerle algún pero, he de apuntar que a mí los solos de ocho minutos me aburren sobremanera. Al menos, en este caso, fue de guitarra. Si llega a ser de bajo o batería, me da un patatús. Y también resultaban muy ridículos los miles de fans que compraron unos cuernos de demonio fosforescentes a 14 euros, creo recordar. Bueno, igual me tomo una cerveza más y acabo yo también dando derrotes con los cuernos de marras.


Y eso fue todo. Les dejo mi canción favorita del grupo, que no tocan en directo desde hace muchos años.


Vídeo del día: 'Walk all over you', AC/DC

jueves, 4 de junio de 2009

Homo emocionadus



Con el alborozo de recibir de nuevo en la Ciudad Condal a mi amigo y sin embargo tocayo R., me planté el sábado en el Fórum a charlar con él mientras escuchábamos el rock americano de los veteranos The Jayhawks. Entre una cosa y otra, me di cuenta de que se me había olvidado ir a ver el concierto de Kitty, Daisy and Lewis, una de las novedades más estimulantes de este año. Otra vez será.


Chequeando una y otra vez el reloj, atacamos la cena mientras atendíamos al amable folk-pop de Herman Düne. Ya saben, tipo con barbas y pinta de bohemio rasgando alegres y tarareables melodías a la guitarra. Le podríamos haber prestado mayor atención, es cierto, pero había que irse preparando para la madre de todos los conciertos.


Para resumir un poco, Neil Young estuvo a la altura de su leyenda. Gran aglomeración de gente en el escenario principal pero relativa comodidad, y un ambiente muy entregado al canadiense. Se hablaba de que iba a tocar dos horas y media -no había referencia directa, era el primer bolo de la gira europea- que al final quedaron en hora y tres cuartos. Estupendo. No sobró nada. Como tiene que ser, nos dejó con ganas de más.


Arrancó con 'Mansion on the hill', una favorita personal, para atacar luego uno de sus (y mis) hitos: 'Hey hey my my'. Cuando el riff sobresaturó los amplificadores, la piel se me puso de gallina, pero, según avanzó la canción, me ocurrió algo que no recuerdo que me haya pasado nunca en un concierto. Me refiero a que me sobrevinieron un temblor y una serie de hipidos de esos que suelen preceder a las lágrimas. Sí, casi me pongo a llorar con un tema conducido por una guitarra machacona, algo debe de ocurrirme. En fin, me pasaron muchas cosas por la cabeza en esos momentos, pero se los voy a ahorrar, que esto no es 'Hablar por hablar'.


A lo que iba. Young alternó sus facetas acústica y eléctrica y nos regaló algunas de las mejores joyas de su cancionero: 'The needle and the damage done', 'Cortez the killer', 'Cinnamon girl', 'Heart of gold'... Con casi 64 años a cuestas, dictó una lección magistral de lo que se denomina habitualmente rock americano, bien sentado al piano o arrimando su Gibson Les Paul a los amplis en busca de acoples.


Me iba a extender en detalles sobre el asunto, pero me cuesta poner por escrito algo que resultó tan sensacional (de sensaciones, vull dir). Prefiero zanjarlo aquí y rememorar ese estremecedor "Marlon Brando, Pocahontas and me" con que cierra la canción dedicada a la princesa india. Ah, cerró con 'Rockin' in the free world' y el 'A day in the life' de los Beatles.


Tembloroso y emocionado, me reencontré con mis acompañantes y pusimos proa a la otra punta del recinto a escuchar a otra de las revelaciones del certamen: Ezra Furman and the Harpoons. Sí, ya, otro nombre que tiene tela. Aires de Dylan rejuvenecido para una banda que contagia optimismo, actitud y savoir faire, y con un cantante que aún se debe de estar preguntando qué le dijo un tipo harto cocido -servidor- que se acercó a felicitarle por el bolo un rato después. Quiero verlos otra vez.


Supongo que luego vimos algo de The Soft Pack, pero no recuerdo nada al respecto. Sí tengo claro que los siguientes en el mismo escenario, Black Lips, fueron la última banda que vi este año. Antes de las 4, cosa extraña, emprendimos la retirada. Y no me pregunten por el resto de la programación del festival en otros lugares, como el Parc Joan Miró o la sala Apolo, porque el día tiene 24 horas y algunas de ellas son para dormir.


Vídeo del día: 'Down by the river', NEIL YOUNG

miércoles, 3 de junio de 2009

Homo bailotensis




Me hubiera gustado ver a Damien Jurado (sin parentesco conocido con La Más Grande), pero el hecho de que actuara a las 17.00 lo hacía prácticamente imposible. Además, he decidido que no voy a ir a los conciertos en el Auditori salvo que toque alguno de mis ídolos intocables. Así que inicié el periplo de nuevo cara al sol para llegar al penúltimo tema de Los Punsetes, mi grupo español favorito de los últimos quince meses.


La siguiente parada del peregrinar primaveril nos llevó a Spiritualized, con uno de los mejores directos que se pudieron ver en el Fórum. El grupo de Jason Pierce, un superviviente de las aventuras tóxicas, ha abandonado los excesos -tanto farmacológicos como musicales- y ahora combina su psicodelia con blues y hasta gospel en un conglomerado de soul eléctrico del que bien podrían tomar nota los cada vez más perdidos Primal Scream.


Me hubiera gustado quedarme a ver todo el bolo, pero la sensación indie de este año aguardaba en otro lado. Con ustedes, desde Brooklyn, atención, The Pains of Being Pure at Heart. Sí, vaya nombrecito. Da igual, estos mozalbetes saquean con pericia y buen gusto el legado de The Pastels, los primeros The Jesus and Mary Chain o los The Wedding Present más melódicos para ofrecer algo más de media hora de actuación arrolladora, con un hit detrás de otro: toma-toma-toma. El tipo de grupo por el que vale le a pena salir de casa e ir a un concierto.


A continuación, cena en el césped mientras vemos y escuchamos a Art Brut. Potente directo, pero su poderosa actuación, a medio camino entre Franz Ferdinand y Robocop Krause, nos pilla con el bocadillo aún en el esófago y no nos entregamos. Sí lo empezamos a hacer justo después con Throwing Muses, nombre capital de la escena bostoniana de los primeros 90, junto a Pixies o Dinosaur Jr. En eta etapa de resurrección -sí, otros que han vuelto- no está Tanya Donnelly, pero la otra cabeza pensante del grupo, Kristin Hersh, se basta y se sobra para cantar un excelente repertorio de indie rock. Respeto.


Sigamos con ilustres veteranos. Jarvis Cocker, antaño al frente de Pulp, venía con su flamante segundo trabajo en solitario, que sorprendemente suena a rock crudote. Y aquello arrancó con visos de ser memorable, con una banda ajustada y pujante y el carisma inmarchitable del propio Jarvis, que lo dio todo. Lo malo es que a los 20 minutos el asunto inició una lenta e imparable cuesta abajo, con un repertorio plano al que el excéntrico vocalista no logró sacar partido pese a momentazos dignos de la gran estrella que es. Ergo: cuando se hizo una capa con la pancarta que alguien le tiró y que rezaba 'Jarvis tío bueno'.


El revival 90s siguió con el electro pop elegante y chic de Saint Etienne, que nos deparó un grandes éxitos delicioso y disfrutable. Me faltó 'You're in a bad way', pero no se puede tener todo. El bajonazo vino con el enésimo cambio de escenario, y no por esperable fue menos deprimente: Bloc Party tienen tres canciones buenas, todas ellas en su primer álbum. Ahora llevan ya tres y aburren al personal con unos ladrillos como menhires, que causan bostezos e invitan a explorar nuevas propuestas.


Y, reforzado el comando Primavera con dos incorporaciones notables, cerramos la velada dándolo todo en la dancefloor al son que dos promotores ingleses (ATP) metidos a DJs tocaban. Y, como solíamos, cerramos el festival en torno a las 5 de la mañana absolutamente perjudicados y gafas de sol en ristre. Y sí, aún era de noche.


Vídeo del día: 'You lie you cheat', SPIRITUALIZED


martes, 2 de junio de 2009

Homo tripletensis




Vuelvo a la acción tras un fin de semana intenso, cargadito de emociones. Desde la consecución de la Copa de Europa hasta ver a Dios hecho hombre guitarra en ristre han sido cuatro tardes y noches de euforia, alegría y alcohol. Este año, el homo festivalensis se desperezó 24 horas antes de que empezara el Primavera Sound para calentar motores con la consecución del triplete futbolero. El de 2009 es, pues, homo tripletensis.


Arrancó el asunto el jueves en el Fórum en el nuevo escenario Vice - RayBan, situado a la vera de lo que un año de estos será el Zoo marino. Como la antigua ubicación ha sido desechada por prohibición expresa de la D.G. de Costas, este año tuvimos solete de cara para empezar. Los protagonistas, los neozelandeses The Bats, un prodigio de pop de guitarras a la vieja usanza, muy a lo Go-Betweens, por buscar un referente del mismo continente. Veteranos y solventes, actuación notable.


A continuación, la resurrección de The Vaselines, combo pop escocés de principios de los 90 que debe la mayor parte de sus seguidores al hecho de que uno de los primeros en aplaudirles fuera Kurt Cobain, que versionó su 'Jesus doesn't want me for a sunbeam'. Sonido irregular al principio, hasta que su mágico sentido de la melodía se adueñó de los altavoces. Segunda sonrisa del día. Ah, no, tercera, que me levanté sonriendo.


No tenía sentido oponerse a mis acompañantes, a quien tanta gracia les hace Joe Crepúsculo. Pues yo no le veo ninguna, qué le voy a hacer. Me parece la típica patochada encumbrada desde un mundillo afín, algo que solía ser muy madrileño y ahora es muy barcelonés. Bien, lo querían ver y lo vimos.


Los franceses Phoenix practican un pop-rock de corte estándar pero modernete, algo pijo para muchos. No lo voy a negar, y seguramente es una de las propuestas más convencionales que pueden degustarse en el Primavera, pero tiene un toque ne-sais-quoi irresistible y un directo la mar de efectivo. Los vi dos años atrás, en el extinto Summercase, y ya me parecieron una buena elección festivalera.


Nunca fui devoto de My Bloody Valentine (en la foto), ni en el 91 ni después. Así que su doble concierto tampoco me hacía salivar a la espera de que empezara. La curiosidad me tuvo allí un cuarto de hora hasta que entendí que si en casi 20 años no había habido nada entre nosotros, aquella no iba a ser tampoco la noche. Impactante sí es, la verdad, la sensación física de los decibelios golpeándote en capas, o más bien ondas, como cuando cae una piedra en un estanque. Al igual que el año pasado en el FIB, en sus conciertos del PS -al aire libre y en el Auditori- regalaban tapones para los oídos por si los necesitabas.


Así que nos fuimos con la música a otra parte, a ver a Jay Reatard, que lo estaba dando todo con su banda de garage punk. A continuación, mis acompañantes quisieron que debatiéramos sobre las inminentes elecciones europeas y dejé de prestar atención al escenario, al que se subieron posteriormente The Horrors, que recientemente han cambiado el glam estridente por la onda siniestra. No me pregunten cómo estuvo, porque no me enteré mucho.


El broche de la jornada lo pusieron Ebony Bones. A saber, tres tías ataviadas harto espectacular dando caña con un punk funk marciano, bailable e irresistible. Una auténtica fiesta dentro de la fiesta, un bolo con una hora muy apropiada -las 3 de la mañana- que nos puso a todos a bailarrrrrr como pocas veces. Y nos fuimos sin cerrar el festival, ojo.


Vídeo del día: 'The muzik', EBONY BONES