lunes, 24 de agosto de 2009

Retrato en frío



Ahora mismo no estoy muy seguro del título de la película de la que les iba a hablar. Ah, vale, 'Enemigos públicos'. No porque haga ya una semana que la vi, sino porque hace meses que en mi mente la vinculo a tres nombres propios: Michael Mann, Johnny Depp, John Dillinger. Del director de 'El dilema' o 'Heat' me interesa casi todo, del outsider de Hollywood unas cuantas cosas, y al gangster de los años 30 ya lo conocía gracias a pelis como las dos tituladas 'Dillinger' a secas y realizadas respectivamente en 1945 y 1973 -tremenda ésta, realizada por John Millius-.


Quien espere una cinta tipo Hollywood con muchos tiroteos coreografiados y escenas espectaculares se equivoca. Y errado también irá el que busque un enfoque más clásico, de cine a la vieja usanza tipo 'Camino a la perdición'. Mann, enamorado del vídeo digital, opta de nuevo por este formato, como en 'Collateral' o la adaptación a la gran pantalla de 'Miami vice', serie creada por él mismo en los 80, y el resultado es un tono bastante aséptico, casi documental, que confiere un acertado tono realista al film, pero que adolece de un aire en exceso frío.


Por cierto, un inciso tecnológico. la peli, rodada en vídeo digital, como ya he dicho antes, no puede verse, al menos en la Ciudad Condal, en ese formato, y hay que verla hinchada a celuloide con escasa pericia en el empalme de los rollos. ¿Molesta mucho eso? Hombre, depende. Fin del inciso.


John Dillinger fue un producto de su época, un ladrón de bancos que aprovechó el creciente poder de los medios de comunicación para justificarse ante una población que las pasaba canutas -los efectos del crack del 29- y sentirse así más seguro oculto entre la gente. Le gustaban los trajes buenos y creerse una suerte de Robin Hood del Medio Oeste.


Con estos mimbres, Mann hilvana un relato sobre las andanzas del atracador que mete dentro de la acción al espectador -cortesía del vídeo y de la cámara en mano- pero no emociona. Depp y Christian Bale optan al notable, aunque para quien esto escribe la sorpresa fue ver a Marion Cotillard como novia de Dillinger. No he visto el biopic de Edith Pif ni recuerdo nada más de la actriz gala, pero sí guardo en la memoria la escena en la que, al poco de conocerse, queda inevitablemente enamorada de Dillinger/Depp.


Es sólo una expresión en la mirada, sin mover un músculo, absolutamente genial, que trasluce amor auténtico. Imagino que me llamó tanto la atención porque no recordaba cómo iba el asunto. Sorprende también ver a Stephen Dorff en acción, un tipo de esos que ha acabado convertido en lo que en EEUU llaman "veneno para la taquilla", al igual que Gary Busey o Val Kilmer, pero más joven.


Mann juega con la pareja Dillinger - Purvis (el agente del FBI encargado de trincarle) mostrando dos caras de la misma moneda, pero desde una perspectiva más sobria y neutra que la de 'Heat' con los personajes encarnados por Pacino y De Niro. Aquí no hay subrayados musicales ni planos premonitorios. Sólo un duelo -ficticio y actoral- que raya a gran altura. Véase la visita del Hombre G al gángster en la trena.


He oído y leído opiniones decepcionadas con el film. La mayoría de ellas no entran en determinados aspectos de la película y más bien denotan que esperaban otra cosa. Me van a perdonar, pero hoy en día -habiendo internet- ir al cine sin tener una idea aproximada de lo que se va a ver, pues... luego pasa lo que pasa.


Vídeo del día: 'Mr. Shoji', SINGLE

viernes, 21 de agosto de 2009

Iconoclasta e incisivo



Jaime Bayly es un tipo con el que seguramente uno se lo pase de miedo tomando unas cervezas. Periodista, escritor y presentador de televisión, tipo controvertido en su Perú natal, afincado entre Miami, Lima y Buenos Aires, se caracteriza por no tener pelos en la lengua y hablar de todo con claridad, empezando por sí mismo. En 'El canalla sentimental' pasa revista a su vida actual desde los prismas de divorciado, bisexual, padre de dos niñas, estrella mediática, repudiado por su familia y unas cuantas cosas más.

Mi queridísima amiga L. -que ya me obsequió con 'Los últimos días de la Prensa', también de Bayly- volvió a agasajarme hace unos meses con la última obra de su compatriota, a la que me enfrenté con cierta desconfianza, ya que 'Los últimos...' me había dejado un poco frío. En cambio, un entusiasmo coleguil se apoderó de mí al empezar 'El canalla...'. Bayly se transmuta en Baylys -él sabrá por qué- para pergeñar una especie de autobiografía de ficción en la que cuenta su día a día cambiando algunos nombres, lugares y circunstancias... pero tampoco mucho. Como él mismo dice, escribe "novelas en las que se entremezclan episodios de mi vida con la imaginación del autor. No todo lo que se cuenta ha ocurrido en la realidad, ni todo lo que se narra es pura ficción".

Bayly(s) se mofa de sí mismo, de llevar varios calcetines puestos incluso para dormir, de su pereza congénita, de hacer un programa de éxito entrevistando a gente que aborrece sólo para poder vivir como un rey y poder escribir. Libros, por otra parte, que las librerías exhiben en cajones de saldos de los que él trata de recuperarlos en una cruzada delirante.

A quienes no les suene el tipo, igual caen si les digo que quedó finalista del Planeta el año en que Juan Marsé, con un par, denunció como miembro del jurado que la obra ganadora, de la monísima Maria de la Pau Janer, era un truño ilegible, y casi lo mismo 'Y de repente, un ángel', de Bayly. Mientras la seudoescritora mallorquina se hizo la ofendida, Bayly se lo tomó con humor y dijo que devolvería el dinero. Lo que no hizo, naturalmente.

Ligero, incisivo, mordaz, deslenguado, iconoclasta, brillante, depresivo, egocéntrico... se pueden decir muchas cosas, pero no que el limeño sea un personaje aburrido. Tampoco aburre el libro, que no pasará a la historia de la literatura, pero resulta de lo más apropiado para estas semanas de calor y galbana.

Vídeo del día: 'Wouldn't it be nice?', BEACH BOYS

miércoles, 12 de agosto de 2009

Shakespeare en el Oeste



Estas últimas semanas he dado buena cuenta de una de las delicadas joyas que periódicamente nos entrega a los amantes de las buenas series la cadena HBO. Se trata de 'Deadwood', la mejor aproximación al mundo del Oeste desde 'Sin perdón' de Clint Eastwood, con la que comparte una visión realista, nada mitificadora, de aquella época. Barro, suciedad y cutrez a porrillo debían conformar el ambiente en aquellos tiempos y bien que lo plasma esta serie, al igual que el lenguaje repleto de fucks.

La trama: Estamos en 1876 y Deadwood es un campamento minero al pie de las Rocosas en lo que ahora es Dakota del Sur. Se trata de un lugar sin ley que aún no pertenece a los Estados Unidos y en ese marco de buscavidas, mineros, putas y mangantes varios se dan cita una serie de personajes, la mayoría de los cuales existió realmente, y alguno de los cuales puede que les suene, como Wild Bill Hickok, Wyatt Earp o Calamity Jane.

Rodada con profusión de medios y una adecuadísima ambientación, la serie huele a HBO por los cuatro costados. El tempo, los diálogos, las interpretaciones... todo ello tiene factura de clásico, en especial las lecciones que dictan actores muy solventes, con el gran, el inmenso Ian McShane a la cabeza. Su personaje, Al Swearengen, es el mejor compendio posible de los arquetipos shakesperianos y el único que puede desbancar a Tony Soprano del trono de los hijoputas televisivos. Es obligado, una vez más, acercarse a la versión original. La voz de McShane -igual le han visto en 'Sexy beast' o 'Scoop'- es una de las más tremendas que pueden escucharse.

Yo, que soy de los de V.O, en este caso no he tenido elección, ya que me he hecho con el pack made in USA de las tres temporadas, que no está doblado en castellano sino en mexicano. Y como que no apetece oír chupavergas en vez de cocksucker. Eso sí, los subtítulos los he tenido que leer como un güey más. Es lo que tiene comprar en Amazon.

Lo único malo que se me ocurre es también una interpretación, la de Timothy Olyphant -el malo de la cuarta Jungla de Cristal-, que se pasa los 36 episodios con un rictus que quiere transmitir ira contenida y mueve más a la risa que otra cosa. Y, bueno, hay otra cosa negativa. 'Deadwood' es una obra inacabada y así quedará. HBO le propuso al creador del proyecto una cuarta temporada de sólo seis episodios y éste contraofertó con dos TV movies como cierre. Finalmente, nada ocurrió y el final de la tercera temporada quedó como el definitivo.

Próximo objetivo: temporadas 3, 4 y 5 de 'The wire'.

Vídeo del día: 'Almost blue', CHET BAKER

jueves, 6 de agosto de 2009

Pío pío



Chulo, muy chulo ha quedado el nuevo estadio del Espanyol. Servidor asistió el domingo a la inauguración del recinto, que, bueno, sí, está un poco donde Cristo perdió el gorro, salvo para los que vivan en Cornellá, a los que les debe parecer un emplazamiento muy céntrico. Hablando un poco en serio, les diré que tampoco es un lugar tan remoto y que lo malo es lo mal comunicado que está (aún) el lugar.

Porque el campo viene a estar donde se acaba Cornellá, y detrás, lo que queda es un solar -donde algún día habrá aparcamientos y un centro comercial, dicen- y una autovía, la A-2, que cierra el paso a cualquier otro acceso que no sea una futura salida de la propia autovía. En fin, que fui de paquete en la moto de gran cilindrada de mi querido M., y suerte de eso, porque los que fueron en coche aún tratan de entrar en la Ronda de Dalt.

El campo. Moderno, cerradete, estilo olla a presión. Circulación interna correcta, asientos estupendos y un diseño arquitectónico que debería llevar a su autor a la cárcel durante, pongamos, tres meses. A ver, construyes un estadio nuevo para 40.000 espectadores y resulta que las localidades son todas cubiertas... menos un 8% del aforo, en las cuatro esquinas. A ver, en el siglo XXI ¿cuál es el problema para que todo el mundo esté a cubierto? ¿Que hay que cambiar el diseño? Pues se cambia. Mucho se habla (mal) de lso abogados, pero ojo con los arquitectos. Ah, los culpables atienden por Reid Fenwick Asociados y Gasulla Arquitectura y Gestió.

Asimismo, otro asunto mejorable es la pasarela de servicio en lo alto de las tribunas que rodea el estadio y que queda a la misma altura que las localidades más altas. El césped se ve igual, pero la grada de enfrente, y el palco, no. Y a veces, es ahí donde está la salsa del fútbol.

Por lo demás, la ceremonia resultó bastante distraída para lo que suelen ser este tipo de actos, y la franquicia de La Fura dels Baus que se encargó de los números acrobáticos estuvo muy correcta. Tras el choque, el precioso vídeo histórico del club, con fondo sonoro de Arcade Fire, demostró que los pericos tienen más gusto musical que Guardiola y su Coldplay de los cojones. En cuanto al partido, muy distraído, con un Espanyol muy motivado y un Liverpool -salvo Gerrard y alguno más- en plan turista de Lloret.

Ya puestos, el israelí Ben Sahar tiene muy buena pinta, con buen regate y, sobre todo, gol. En cuanto a Nakamura, la toca como si se hubiera criado en la Masia; ahora bien, será porque estamos en pretemporada o porque tiene 31 años, pero de fuerza y velocidad va más que justito.

Y nada, que los pericos disfruten del nuevo campo y se abriguen. Que detrás de la última fila hay una reja y... el vacío.

Vídeo del día: 'The king of rock'n'roll', PREFAB SPROUT