lunes, 28 de noviembre de 2011

Anodino



Hace unos días me apunté a ver un concierto de un artista que no conocía, JD McPherson, tras ver un vídeo suyo y comprobar que el precio de la entrada era extremadamente asequible. Venía el tipo bien recomendado en diversos sitios de internet que me he jurado no volver a abrir, así que las expectativas eran favorables para una velada de rock and roll a la antigua usanza por parte de una de las estrellas emergentes del género.

Lo malo es que todos los augurios quedaron en eso y poco más. El de Oklahoma colgó el no hay billetes en la 2 de Apolo y, con la sala repleta de entusiastas y un ambiente inmejorable, despachó una actuación anodina, algo impresentable en los cánones de este tipo de música. Mucho medio tiempo que no iba a ningún lado y falta de hits que pusieran aquello patas arriba fueron la tónica de la noche.

Además, el amigo McPherson resulta de un soso asombroso sobre las tablas. Dicen que el día anterior en Madrid partió la pana. Puede que sea eso, y que los excesos le pasaran factura, pero si te dedicas al rock and roll y no tienes carisma ni opresencia escénica, vas dado.

Vídeo del día: 'North side gal', JD McPherson 

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Tipo duro


'El caso de Thomas Crown': Con la de basura que dan por la tele, esta película apenas se ha emitido en los últimos 25 años. Por supuesto, hablo de la original (1968) con Steve McQueen y Faye Dunaway, olviden el remake con Pierce Brosnan (aunque René Russo está estupenda en su madurez; ya no se hacen mujeres así). Un millonario aburrido se entretiene jugando al atraco perfecto mientras burla a la policía y a una investigadora del seguro que juega peligrosamente con el lado salvaje. La pantalla partida y una banda sonora extremadamente jazzy nos recuerda que estamos en los 60, mientras McQueen engrandece su leyenda de tipo duro que no necesita dobles pilotando con un buggy por la playa, surcando los cielos con un planeador y hasta jugando al polo. Ah, ojo a la tremenda escena erótica que los intérpretes se marcan mientras juegan al ajedrez.



'Tom Horn': Western atípico por, más que crepuscular, sombrío. Reflejo de una época que muere, al igual que le iba a ocurrir a su protagonista unos meses después del rodaje. La cinta fue la penúltima de McQueen antes de fallecer a causa de un cáncer, y aunque se le ve desmejorado -lo que se ajusta como un guante a su personaje- nadie sabía por aquel entonces que ya estaba gravemente enfermo. Por lo demás, 'Tom Horn' transmite una tristeza que lastró su carrera comercial y su laconismo -muy de Clint Eastwood, por cierto- no convenció por entonces. Hoy queda un film inusualmente moderno, basado en la vida real de uno de los últimos personajes controvertidos de la época más anárquica del Oeste, y un inmenso McQueen resignado ante su destino dentro y fuera de la pantalla.


'El hombre que mató a Liberty Valance': No voy a descubrir a nadie esta película, una de las más apreciadas de la historia del cine, pero me apetecía verla esta vez con ojos de adulto. Descubro así la lectura política sobre el nacimiento de una nación gracias al predominio de la ley sobre la violencia; una victoria que se sustenta, paradójicamente, en la violencia. También es un historia sobre los conceptos de valor y cobardía -muy propio de John Ford- y cuán relativos pueden llegar a ser y, en esa línea, el tira y afloja de un triángulo sentimental. Rodada en blanco y negro casi toda en interiores, la cinta parece más antigua de lo que es (1962) y desprende aroma de clásico desde el primer fotograma. Para el recuerdo quedan las interpretaciones de James Stewart, John Wayne y Lee Marvin, y una frase: "This is the West, sir. When the legend becomes fact, print the legend".



'Blow up': Todo un fenómeno en la época en que se estrenó (1966), ahora se puede decir tranquilamente que no ha envejecido bien; es lo que tiene la modernidad. Antonioni filma el Londres de la explosión pop y, cuando se acuerda, adapta un relato de Cortázar ('Las babas del diablo') sobre un fotógrafo -inspirado en David Bailey- que retrata accidentalmente un asesinato. Rompedora en su momento, jugando con el fuera de campo y el punto de vista narrativo, 'Blow up' aguanta el visionado más como crónica estética de su época que por aspectos meramente cinematográficos.



'Robin y Marian': Vuelve el arquetipo del héroe cansado en una de sus más espléndidas encarnaciones. Un Robin Hood calvete vuelve de las Cruzadas 20 años después de sus célebres andanzas para descubrir que los malos siguen haciendo de las suyas y que Lady Marian, cansada de esperarle, se ha hecho abadesa. Ironía, ternura y un romanticismo alejado del tópico conforman la mejor película (1976) rodada nunca sobre el arquero de Sherwood; bueno, la de Errol Flynn tiene su aquel. Sean Connery y Audrey Hepburn (casi) nunca han estado mejor que en esta crónica desmitificadora cuyo fnal es de los de echar lágrima.

Vídeo del día: 'Star star', THE ROLLING STONES

PD: no me he podido resistir a incluir como vídeo del día un tema de los Stones sobre una groupie deseosa de cepillarse a estrellas como Steve MQueen. El actor no puso reparos a que saliera su nombre, pero la distribución discográfica obligó a cambiar el título original (Starfucker), que es lo que canta el estribillo.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Sin llegar a mayores


Llevo un par de años o así en que no veo muchos conciertos de artistas españoles. Algunos que me interesaban han dejado de gustarme y no hay muchas novedades que me llamen la atención, por lo que en los últimos días me he animado a acercarme a los bolos de Atom Rhumba y Bigott, artistas por los que tengo cierto interés pero sin llegar a mayores.

A los primeros (ver foto) ya les vi en directo hará cinco o seis años y mi recuerdo era el de una apisonadora en directo que mezcla el rock'n'roll garajero y grasiento con el funk más incendiario y desbocado. Pues bien, apenas han cambiado, lo que tampoco es demasiado de extrañar en una banda cuyos referentes podrían ser tildados de clásicos o de inmovilistas, a gasto del consumidor. Electricidad desbordante servida por un cuarteto -ay, esa ausencia del saxofonista fue el único pero- que vence y convence en las distancias cortas, como fue el caso de La 2 de Apolo con apenas media entrada.

Además de ser un torbellino sobre las tablas, los vizcaínos tienen sentido del humor, algo poco habitual en los tiempos que corren. Dada la escasa respuesta del respetable -era un jueves de lo más anodino-, el cantante pidió un poco de agitación, ante lo que el guitarrista exclamó "Déjalos, que mañana tienen que diseñar".

Algo similar en cuanto a cercanía y asistencia esperaba el pasado viernes en Apolo (sala grande) cuando desistí de quedarme en casa y me lancé a explorar la noche. Pues bien, llego 10 minutos tarde, subo la escalera y me encuentro con el local casi lleno, a un 80% de su capacidad más o menos, para ver al zaragozano Bigott, al que yo hacía mucho más minoritario.

Durante un rato tuve la sensación de hallarme en un concierto de, por ejemplo, Lori Meyers. La inmensa mayoría de la parroquia era de edad universitaria y coreaba buena parte de las canciones, así que la idea que yo traía de que el maño era un artista para conocedores -basada en ningún dato empírico, por otra parte- se esfumó en cuestión de segundos.

Por lo que respecta al concierto, me quedé con que Bigott es un animal escénico y que su banda le arropa convenientemente sonando como un cañón. No obstante, lo que yo le había escuchado en discos previos al la manta que presentaba en Apolo sugería un sonido más tabernario y áspero, con más aristas. Pero como el hombre es un desprejuiciado de tomo y lomo, se conoce que ha abierto su paleta estilística a sonoridades más convencionales, como en su reciente sencillo 'Cannibal dinner'. En fin, no fue un desastre ni mucho menos, pero esperaba otra cosa.

Vídeo del día:  'Cynic skin', ATOM RHUMBA



miércoles, 9 de noviembre de 2011

El vacío de la nada


Veinticinco años después de 'Menos que cero', el círculo se ha cerrado. Espero. Vamos, imagino que Brett Easton Ellis considerará que el rescate de los protagonistas de su primera novela en 'Suites imperiales' ha sido lo suficientemente pobre en el aspecto literario como para embarcarse de nuevo en las andanzas de Clay y compañía. Pero bueno, cosas más raras se han visto.

La carrera literaria de este sujeto arrancó de forma precoz cuando contaba sólo 21 años. 'Menos que cero' (1985) y su  versión cinematográfica -ojo con el título español: 'Golpe al sueño americano'- le hicieron millonario cuando aún estudiaba en la universidad. 'Las reglas de la atracción' (1987) era más de lo mismo, pero 'American psycho' (1991) marcó la cúspide de su radiografía descarnada del yuppismo y aledaños, una constante en su trayectoria. Desde entonces, todo ha sido autocomplacencia y novelas que hablaban del vacío cada vez más vacías, peldaños en un descenso a los abismos de la inanidad literaria: 'Los confidentes', 'Glamourama', 'Lunar park' y la que nos ocupa.

'Suites imperiales' vuelve a ese Hollywood de ricachones, sólo que los niñatos son adultos y están relacionados en mayor o menor medida con el show business, como no podía ser de otra manera en la capital del cine. Guionistas, productores, directores de cásting o putillas aspirantes a actriz pululan por fiestas, hoteles y taxis de Culver City a Mulholland Drive, de Sunset a Melrose y otros recorridos a los que el cine made in USA nos ha habituado. Alcohol, fármacos y una variada gama de sustancias envuelven al protagonista en una neblina permanente de confusión que amplifica su paranoia.

La trama erótico-delictiva que sustenta la novela aburre a las ovejas, y las pinceladas sobre cómo es la vida en el sur de California si tienes el dinero por castigo tampoco contribuyen a aligerar el relato. Encima, Easton Ellis se autohomenajea en un par de recuerdos a 'Amercan psycho' -sadismo puro y duro- que aquí ni vienen a cuento ni mejoran la línea de la novela. ¿Algo bueno sobre el libro? Es corto.

Vídeo del día: JAMES BLAKE, 'The wilhelm scream'




Seriedad


Como cada año, mi asistencia a In-Edit ha sido menor de la deseada; mínima, en este caso, ya que sólo he podido ver un documental, y de calidad más que discutible para un festival de nivel. Se trata de 'Cracked actor', centrado en la estancia de David Bowie en Los Angeles en 1974 y que, más que un documental en sentido estricto, es un programa de televisión típico y tópico de la época.

A ver, la BBC manda un equipo a california a ver qué hace el entonces expatriado. Respuesta: pasearse por carreteras desérticas inmerso en el Diamond Dogs Tour, enfarloparse hasta las trancas y ofrecer unas declaraciones inanes. Le echamos algunos temas filmados en vivo en el anfiteatro de los estudios Universal con el aliño de los impagables fans, cuyas pintas y tajadas son lo mejor con diferencia; pero el metraje sigue siendo escandalosamente corto.

Así que vamos hacia atrás en el tiempo y tomamos prestados hasta tres cortes de 'Ziggy Stardust', la película-concierto de Pennebaker filmada un año antes en el Hammersmith Odeon londinense. Total, para llenar, atención... ¡54 minutos!. A mí, ver a Bowie desayunar ya me parece bien, soy fan, pero seamos serios. Esto no tiene calidad ninguna, no puede ser catalogado como documental y su programación supone un flaco favor al prestigio del certamen.

Vídeo del día: 'Cracked actor', DAVID BOWIE

martes, 8 de noviembre de 2011

Poderío


Mi experiencia personal sobre Throwing Muses apunta a un grupo del que tenía un par de cintas hace 20 años, grabadas por un amigo que no había apuntado nada aparte del nombre del grupo. Luego, a mitad de los 90, una mudanza las extravió y no volví a escuchar a Hersh hasta el PS09. Por ello, hace unos días en Apolo, apenas reconocí cuatro canciones, pero sí me resultaron agradablemente familiares la mejor lectura posible del concepto indie rock y la maestría de la señora Hersh liderando un trío imparable.

Que la líder de la banda lo tiene muy claro ya quedó de manifiesto en 1993, cuando Tanya Donelly se fue rumbo a otras formaciones -Breeders y Belly- y no fue sustituida. ¿Para qué? debió pensar Kristin Hersh, que ahopra comanda una formación en la que ella rasca la única guitarra a conciencia mientras canta con envidiable vigor. Bajista y batería, sobre todo este último, conforman un colchón versátil, de lo más técnico y efectivo que recuerdo en los últimos tiempos. El percusionista, en concreto, me recordó la manera de tocar de Stewart Copeland, todo polivalencia en la sala de máquinas.

El que es, para mí, uno de los bolos del año tuvo el hándicap para los ejecutantes de celebrarse en domingo y ante algo más de 200 almas. Tiemblo de pensar qué habría pasado una noche más apropiada para dejarse llevar, porque Throwing Muses nos pusieron firmes a los pocos que fuimos. Como metáfora de la tensión interpretativa, se me ha quedado grabada la imagen de los brazos megafibrados de una guitarrista de 45 años -aparenta más-, miembros más propios de Iggy Pop o de Keith Richards.

Dentro de lo peculiar de la jornada reseño además la actuación del telonero, un cantautor de las Islas Feroe. Sí sin duda, debe de ser el hombre más famoso de su país, que no estado. Teitur se llama el mozo, que estuvo sorprendemente bien ante apenas unas decenas de espectadores. Y canta en inglés, no en danés, aunque en los parlamentos entre canción y canción demostró que le queda un amplio margen de mejora con la lengua de Beckham.

Vídeo del día: 'Limbo', THROWING MUSES


jueves, 3 de noviembre de 2011

Un tipo querido


Mis previsiones sobre el PSM festival se vieron alteradas en cuanto pisé la sala Apolo. Esperaba algo que, en conjunto, artísticamente quedara en lo bienintencionado y poco más, a causa de los problemas logísticos, el número de actuantes, etc.... Vamos, lo habitual en estos casos. Pues no. Fue todo lo contrario, con bolazos en general y un balance estrictamente musical para dar palmas con las orejas. Por si alguien se ha despistado, PSM son las iniciales de Pedro San Martín, músico de La Buena Vida fallecido hace unos meses, y todo ese tinglado era un homenaje a su figura más como persona -hay que ver lo querido que era el tipo entre su profesión- que como artista .

En cambio, me imaginaba un público respetuoso, que sabía a lo que venía. Lamentablemente, de todo hubo, aunque lo negativo siempre llama más la atención. Fans muy desatados de Chinarro o Planetas lo dieron todo viendo a sus ídolos -algunos parecían una despedida de soltero- y luego se largaron -algunos; queda feo pero en el fondo es mejor- o se quedaron a comentar la jugada a grito limpio. Por ejemplo, en el cierre a cargo de la Sgt. Peter's Apolo Hearts Club Band (los restantes LBV) había un muy numeroso núcleo fiestero en la barra que daba que pensar.

Me perdí el arranque con Tortel, Rafa Berrio, Nosoträsh y entré durante la actuación de Clovis. La tónica de la noche fue tocar dos o tres temas propios e interpretar un cover de LBV. Así, Antonio Luque (Sr. Chinarro) optó por 'La calle del Carmen' y se mostró nervioso y locuaz recordando al desaparecido. El Grupo de Expertos Solynieve evidenció que tiene canciones buenas y otras discretas, y rescataron 'Calles y avenidas'. De Ama poco les puedo decir porque salí a fumar fuera. Bueno, yo no fumo, pero eso es colateral.

Fernando Alfaro y Joaquín Pascual se reunieron junto un bajista y se lanzaron por la senda de la memoria. Versión poco conocida, 'Blues por Charlie', y un 'Fuerte' electroacústico cerró su pase recordándonos que Surfin Bichos fueron (de) los más grandes. Posteriormente le llegó el turno a Nacho Vegas, que eligió 'Trigo limpio' y me dejó la sensación de que es muy bueno -que losigue siendo, vamos-, pero que ahora mismo no sería capaz de aguantarle una hora y media en un teatro.

Después de tanta contención, llegaron Lori Meyers al completo y pusieron patas arriba la sala con esa onda estilo Brincos que coloreaba sus dos primeros discos y que luego han aparcado en beneficio de una poliédrica pesadez. Su directo es un rodillo, pero sigo pensando que la segunda batería es su aportación al fenómeno del juez de gol en fútbol o cómo darle a un cuñado una localidad inmejorable. Versionaron 'Segundas partes'.

Lo mejor de la velada, con diferencia, fue el atronador set de Triángulo de Amor Bizarro. Dos de sus mejores temas para empezar, y luego, el plato fuerte: mi canción favorita de LBV, 'Magnesia', pasada por el filtro de los gallegos y convertida en una espiral de distorsión sin traicionar el espíritu original del tema. Ruido  y emoción a paletadas, qué grupo tan grande.

Los Planetas salieron a escena con el fichaje episódico de Antonio Arias a la guitara, que les hace ganar enteros: Yo lo alistaba y le hacía cantar medio repertorio. De sus temas propios, 'Santos que yo te pinte' fue el que alcanzó mayores cotas de comunión con su parroquia, mientras que el cierre lo echaron con 'Tormenta en la mañana de la vida'. La salida a continuación de Ellos, que no despertaban la simpatía de una amplia parte de la audiencia, quizás no estuvo bien secuenciada, como se dice ahora. Tras sus catastróficos últimos directos presenciados por servidor, el sábado estuvieron aceptables. Y más que dignos sonaron cuando se atrevieron con 'Los planetas' junto a una amiga del homenajeado.

El cierre lo puso la ya mencionada Sgt. Peter's Apolo Hearts Club Band, con parlamento laudatorio incluido a cargo de Mikel, a quien no reconocí en un primer momento. Todos nos hacemos mayores, me temo. Interpretaron tres canciones de 'Hallelujah' -'Los vientos', 'Trigo limpio', 'Sólo tienes lo que das'-, disco que precisamente cumple ahora diez años, y lo que tenía que haber sido un recogimiento respetuoso se malogró por culpa de un batallón de cretinos que me pregunto qué demonios estaban haciendo allí. Al final, saludo de todos los actuantes encabezados por la novia del finado, que estuvo presente buena parte de la velada a través de la proyección de fotografías de su álbum familiar. No sé yo si fue una buena idea del todo, era muy extraño.