lunes, 29 de noviembre de 2010

Más que un club



No, todavía no entro a diseccionar el derbi o clásico. El título del post viene a cuenta del Primavera Club, el hermano pequeño del Primavera Sound que se ha celebrado de miércoles a domingo en Madrid y Barcelona y que ha supuesto la bandera a cuadros para quien esto escribe de un mes intenso y extenso en lo que a conciertos se refiere. A causa del cansancio acumulado, este año he optado por aparcar el objetivo principal del evento -descubrir en salas pequeñas nombres prometedores de la escena alternativa- y ver sólo tres conciertos de nombres contrastados. También esto resultó duro, como luego les explico.

TRIÁNGULO DE AMOR BIZARRO

Miércoles, Apolo, 22.30. Tercer bolo de los gallegos que veo este año. Sorpresa, poco, como imaginarán, pero el vendaval sonoro que desatan resulta misteriosamente adictivo y les veo muy en forma, como ya expliqué a cuenta de su actuación en el festival al aire libre que se monta en el Maremàgnum. En esta ocasión, les vi apoyado en el lateral del escenario, con lo que pude constatar que para tener un grupo hoy hay que haber estudiado Ingeniería Electrónica dada la cantidad de pedales, amplis y cachivaches varios que había por el suelo.

EDWYN COLLINS

Jueves, Bikini, 22.00. La historia de este hombre, por si alguien aún la desconoce, es tremenda. Lideró una original banda dee pop en los 80, Orange Juice, y luego emprendió una carrera en solitario modesta pero no carente de interés. Hace cinco años, un derrame cerebral le dejó casi en estado vegetativo. Muy lentamente, fue recuperando funciones como el habla y el movimiento, a pesar de que le ha quedado una mano inhábil y le cuesta acabar las frases. Con todo, ha sacado un disco notable ('Losing sleep') y se ha ido de gira embarcando a amigos -Boz Boorer, teclista y co-compositor de Morrissey;Paul Cook, bateria de SexPistols- y familiares.

Con el aforo casi lleno y sin necesidad de abrir la sala anexa en Bikini, el amigo Collins se marcó un concierto entrañable y sólido, sin que sintiéramos lástima por él como me ocurrió cuando le vi en el Summercase 2007. Respaldado por una banda solvente, sentado en un taburete y leyendo las letras en un atril, el ex Orange Juice repasó su flamante trabajo, su trayectoria como solista y también los mejores temas de su conjunto ochentero.

El muy zorro nos desarmó además de con su arte con un sentido del humor a prueba de bombas, como cuando olvida los nombres de sus acompañantes o se ve incapaz de acabar una frase y tira por la calle de enmedio. Sin dramatismos, sin tragedias, el tipo está encantado de haber vuelto a la vida y lo transmite. El súmmum del buen rollo -bien entendido, ojo, nada de rastas y canutos- fue cuando subió su hijo adolescente a hacer la segunda voz de un tema. El chaval cantó, se marcó unos bailes new wave muy graciosos, acabó, besó a papá y debió de decirle algo como "ya volveré al hotel, me voy a un sitio que se llama L'ovella negra a ver si pillo".

El respetable tardó en arrancar y seguramente se deba a que Don Edwyn repetía actuación al día siguiente en el Casino de l'Aliança, un marco realmente apropiado, y los fans más devotos estaban en otras salas de la ciudad catando propuestas ignotas reservándose para el coqueto teatro. Así, un rugido de aprobación saludó 'A girl like you', mientras viejos temas como 'Rip it up' cosecharon escasa aprobación de salida.

Balance: Una horita de notable actuación, un tipo encantador y encantado, y la sensación de ser mejor persona al salir.

TEENAGE FANCLUB

Viernes. Apolo. 23.30. Salgo del concierto de Suede en Razzmatazz, recojo a un pasajero y emprendemos viaje a Nou de la Rambla. En la puerta, lo que me temía. "Aforo completo en la 1, podéis pasar a La 2". Entramos. Salimos. mi copiloto no se rinde, mueve los hilos y entramos a la sala 1, que se ve nutrida pero tampoco a punto de reventar.

El caso de Teenage Fanclub resulta curioso, con 20 años de carrera a su espalda y el status de clásicos de un género ya por sí neoclásico -Beatles + Byrds-. Servidor tiene cuatro discos de los escoceses y le gustan lo normal, ni mucho ni poco. Están bien, como se suelen decir, pero soy incapaz de recomendarles una canción sin mirar los créditos.

Y así resultó el concierto. Pulcro, aseado, en definitiva, aséptico. Es la primera vez que les veo en vivo y la sensación de que su talento musical está lastrado por una alarmante presencia de horchata en la sangre aún me acompaña. Lástima.

MALE BONDING

Sábado. Apolo. 1.00. Grupo malo, sin canciones ni personalidad, a medio camino entre el grunge más pesado y el indie rock noventero más plomizo. Es lo que tienen los festivales en los que descubres grupos -los de la marca Primavera-, que a veces se gana y a veces se pierde.

Vídeo del día: 'In your eyes', EDWYN COLLINS

De nostalgias y emociones



Recibí con ardor el primer álbum de Suede en 1993, y también su continuación y depuración de estilo ('Dog man star') al año siguiente. La herencia del Bowie de 'Aladdin sane' puesta al día con inspiración, personalidad y una prestancia escémica al alcance de muy pocos. Un grupo mágico como casi ninguno sobre el escenario. Luego vino el más comercial e irregular 'Coming up' y la decadencia total de 'Head music' y 'A new morning'. Hasta el doble de caras B de la primera época 'Sci-fi lullabies' refulgía al lado de dos discos entre flojos y directamente malos.

Por todo ello, me pregunto si era necesaria la vuelta de Suede a los escenarios siete años después de su última gira. Si hubiese sido para rememorar exclusivamente sus primeros años en un reprobable por nostálgico remember, vale; pero tocar en vivo un grandes éxitos de inminente aparición en el mercado no parecía a priori que constituyese una deuda con sus seguidores. Como acostumbro, estaba equivocado.

Porque, como dijo el filósofo, el público ha cambiado. Una horda juvenil chillona y saltarina que antes saldría de casa sin pantalones que sin su móvil con cámara ha reemplazado a los viejos fans para satisfacción de la banda y horror mío. La nueva versión de la chusma que acude a conciertos ha reemplazado el mechero en alto en las baladas por enseñar a la concurrencia el iphone o la blackberry en todas las canciones.

Viene esto a colación porque, aparte de la lógica incomodidad que supone estar rodeado de tal gentuza -sala llena, entradas agotadas- no deja de sorprenderme que se reciba y coree igual una chusta como 'Everything will flow' que una joya imperecedera como 'The wild ones'. Como decía antes, la banda supongo que encantada de ser recibida como en sus mejores tiempos. Formación segunda época -quinteto y sin Bernard Butler a la guitarra-, con protagonismo exclusivo para Brett Anderson, que sigue poseyendo una voz estupenda. El repertorio me pareció mejorable, aunque si vienes a presentar un greatest hits entiendo que no te salgas mucho del guión.

Así, hubo intensos momentos de inspiración como 'Animal nitrate', 'The drowners', o 'She' y otros de paroxismo generalizado entre el respetable como 'The beautiful ones' y 'Trash'. Eché en falta una de mis favoritas -'We are the pigs'- pero obtuve a cambio el gustirrinín íntimo de volver a escuchar en directo una de mis 10 canciones preferidas de todas las épocas, la inmortal 'So young'.

Los Suede de 2010 suenan bien y ofrecen un buen concierto. Sin embargo, todo me parece correcto y bien ejecutado, que no emocionante como antaño. Ese Brett subido a los monitores brazos en cruz y micro en mano actúa como todo un profesional, pero no atisbo ni rastro de la magia que atesoraba hace unos años, eso que hacía que se te pusieran los vellos de punta. Imagino que eso pasa con todos los artistas, pero con éstos me toca la fibra sensible el asunto, supongo porque aún recuerdo la noche en que me quedé mirando la radio con cara de bobo cuando sonó 'So young' en Radio 3.

Vídeo del día: 'Killing of a flashboy'

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Clásico vigente



Por una vez me he saltado el orden cronológico ya que parecía lógico situar la crónica de Arcade Fire justo después del repaso a su disco. Pero si el bolo de los canadienses fue el domingo, el sábado asistí a un tipo de concierto cada vez más en boga. La gente del festival inglés ATP los bautizó como Don't look back (DLB) y consisten en que un artista interpreta íntegro un álbum ya antiguo de su trayectoria. Así a bote pronto, pienso en algunos de estos bolos que haya visto y me salen 'Inercia' (Lagartija Nick), 'It takes a nation of millions to hold us back' (Public Enemy), 'Some friendly' (The Charlatans) o 'George Best' (The Wedding Present).

El que paso a referir corresponde a uno de mis 10 discos favoritos: 'Screamadelica' (1991), de Primal Scream. El bolo se incluía en la programación de fastos del 10º aniversario de Razzmatazz y, aunque venía con pinta de gran exclusividad (Londres, Madrid y Barcelona) ya ha sido anunciado como parte del próximo FIB, ese festival para ingleses que se hace en España.

Normalmente, los conciertos de este tipo empiezan con la interpretación del álbum en cuestión, y luego, con pausa o a piñón, suelen caer unos cuantos hits. En este caso,sin embargo, los escoceses arrancaron con un set de grandes éxitos de 50 minutos: desde las rollingstonianas 'Rocks' o 'Jailbird' a las mucho más venenosas 'Shoot speed kill light' o 'Swastika eyes'. Curioso, porque lo que sería la recta final soñada de cualquier noche de festival fue en este caso poco más que un autotelonero que se despachó con eficiencia y profesionalidad.

La pasión, el desenfreno, el groove... llegaron luego, tras 15 minutos para refrescarse, como se decía antes. Como en el disco, 'Movin' on up' para abrir boca, con su coro gospel contagioso y la parroquia -apenas dos tercios de aforo- extasiada. A continuación, algo más de una hora con el orden del álbum sabiamente modificado en aras de la continuidad del espectáculo.

Psicodelia bien entendida, soul lisérgico, destellos de dub... todo lo que hizo de 'Screamadelica' EL DISCO en su momento brilló sin perder un ápice de modernidad, con ese 'Higher than the sun' que nunca me había covnecido tanto como el sábado pasado. Y el broche, demoledor, con primero 'Loaded' -y su intro grabada de 'We wanna get loaded and we wanna have a good time', el ritmo de 'Sympathy for the devil'- y el apoteósico rock'n'rave de 'Come together' con esa corista negra llevándonos al cielo con su mantra de 'come together right now'.

Tan gloriosa noche me lleva días después a preguntarme por qué el presente de Primal Scream es tan anodino. No se puede estar siempre inspirado hasta la genialidad, pero hace ya una década -desde 'Accelerator' (2000)- que no se acercan a la excelencia. Lástima, porque fueron, durante un tiempo, el mejor grupo del mundo, en disco y en directo.

Vídeo del día: 'Don't fight it, feel it', PRIMAL SCREAM

lunes, 22 de noviembre de 2010

... y en directo



Los conciertos en domingo deberían estar prohibidos. Y dos domingos seguidos, más. Y si además este mes hay un carrusel de conciertos que no acaba nunca, pues... En fin, ayer era domingo y tocaba aplicar la prueba del algodón en directo a Arcade Fire. Por si alguien no quiere leer todo el texto, avanzo mi conclusión: son el mejor grupo para todos los públicos del mundo.

Parecía un reto imposible llevar a los canadienses a un recinto como el Palau Sant Jordi. Efectivamente, era imposible. Llenarlo, quiero decir. Así que un telón cerraba la grada de un fondo dejando para el respetable las dos gradas laterales -repletas- y la pista, espacio éste donde se estaba razonablemente cómodo. Calculo unas 9.000 almas e inicio ahora el no por tradicional menos reclamado apunte de sociología barata.

Mientras en las gradas -repletas- se acomodaba el personal más talludito, el fregao estaba habitado en gran parte por ese tipo de gente que se pasa el concierto de espaldas al escenario porque lo que mola es la fiestuqui con los coleguis, que celebra cada inicio de canción como si todas fueran la mejor que han oído en su vida, que no se entera de nada pero lo graba todo brazo en alto desde 50 metros sin apenas luz, que a la que no conoce una canción empieza a contar en alto que anoche se tomó cinco copas y su colega sólo cuatro el muy moñas, ja ja ja...

Así que había que situarse con cuidado calibrando si el vecino era cretino o imbécil, como ha atestiguado en el anterior post el amigo David. Al menos, en la pista era el sonido era más que correcto, a diferencia de la grada, donde se escuchaba una bola de sonido empastado. En lo visual, una acertada escenografía con un modesto pero efectivo set de luces y una pantalla tras la banda que jugaba con tomas de la actuación y proyecciones varias.

Al lío. Con tres discos que no bajan del notable, el repertorio eran todas bazas seguras. Desde 'Ready to start' -lógicamente, la primera- hasta el bis con 'Keep the car running' y 'Wake up', Arcade Fire jugaron al límite del reglamento, con un despliegue de entrega e intensidad pocas veces visto por quien esto escribe. Eso no garantiza un buen concierto, porque además hace falta un arsenal de canciones redondas y una actitud que no caiga en la grandilocuencia. Eso, sin ir más lejos, les diferencia de un famoso cuarteto irlandés y del novio de Gwyneth Paltrow.

Hubo peros, como cada vez que canta Régine Chaffagne, con ese registro vocal tan próximo a Björk y tan cansino. Asimismo, aunque no sea especialmente grave, me pregunto si es necesario intercambiarse los instrumentos a cada canción como si estuvieran jugando a las sillas. Y para seguir con los instrumentos, añadiré que las dos violinistas resultan prescindibles la mayor parte del concierto y que aún no entiendo para qué sirven dos baterías tocadas al unísono.

Con todo, son un huracán en plena forma. Adictivo, contagioso. Y arremeten con 'Rebellion (lies)' y gritas, cantas, saltas -el que pueda- como el resto de borregos a tu alrededor. Sí, amigos, los canadienses tienen tal poder de convicción que acabas convertido tú también en borrego. Pero feliz.

Vídeo del día: 'No cars go', ARCADE FIRE

viernes, 19 de noviembre de 2010

La prueba del algodón, en disco...



Como un artista se debe a su público, a 48 horas del concierto de Arcade Fire en Barcelona paso a desmenuzar canción por canción 'The suburbs', tercer álbum de los canadienses y objeto promocional de su visita. Ya adelanto que mi disco favorito de 2010 está entre éste y 'Congratulations', de MGMT.

'The suburbs': El piano trotón inicial suena a Madness. Luego, un medio tiempo con coros y violines celestiales más orientados al pop psicodélico que sus dos álbumes anteriores. Aquí hay, sin duda, un golpe de timón.

'Ready to start': Una especie de remake de 'No cars go', de su disco anterior, con las guitarras calcadas del 'Last nite' de los Strokes.

'Modern man': Podría colar como un modesto hit de alguna banda new wave americana de 1981 tipo The Cars. Contenida y muy radiable.

'Rococo': Título apropiado para un tema semiorquestal muy Arcade Fire en el sentido tradicional del término. En algún momento, el abuso del crescendo les acerca peligrosamente a Coldplay o U2. Cuidado.

'Empty room': Vamos, vamos que nos vamos. Zapatilla rockera para una canción con celestiales voces femeninas que finaliza antes de llegar a ningún sitio. Como de compromiso.

'City with no children': Arreglos de órgano aparte, otra melodía con riff salida directamente de los primeros 80. Sería redonda de no ser por un estribillo metido con calzador.

'Half light I': Preciosa gema de orfeberería pop y uno de los mejores ejemplos de cómo encajar instrumentos de cuerda en el género. Una maravilla.

'Half light II (No celebration)': Aunque lo parezca, no es un descarte de 'Funeral', el debut de los canadienses. Quizás la canción más fiel del disco a lo que los fans esperaban, aunque el ritmo electrónico que la sustenta sea novedad. Para cantar a pleno pulmón.

'Suburban war': Aunque por ahí he leído que 'The suburbs' acercaba a Arcade Fire a la órbita de Springsteen, yo de quien me acuerdo es de los Waterboys y sus dos fantásticos primeros discos, antes de que a Mike Scott le diera por la vena celta. Para muestra, este botón.

'Month of may': Otra de rock americano ochentero, veloz y guitarrera como ninguna otra del combo. Da miedo imaginársela en directo.

'Wasted hours': Un medio tiempo sin demasiada historia. Tan agradable como inofensiva. De lo más flojo del lote.

'Deep blue': Interesante proyecto de canción que habría llegado a cotas excelsas si el grupo hubiera optado por vestirla con sonidos más atrevidos y no con los habituales en su armario.

'We used to wait': Un piano casi monocorde y unos esporádicos latigazos de guitarra avisan de que tarde o temprano llegará el estallido. Épica sonora bien entendida, ajustada al guión, sin efectismos.

'Sprawl (Flatland)': Lamento en tono confesional repleto de nostalgia por la infancia vivida en los suburbios, eje temático del disco.

'Sprawl II (Mountains beyond mountains)': Animado reverso de la anterior en clave pop con reminiscencias a The Go! Team y similares.

'The suburbs (continued)': La típica coda que cierra el álbum para enfatizar el carácter conceptual del mismo y que no aporta nada.


jueves, 18 de noviembre de 2010

Inyección de nervio



Frío, soso, desganado, carente de alma... Todo eso me pareció hace algo más de dos años el concierto de Interpol en el fenecido festival Summercase. Por ello subí el domingo al Sant Jordi Club -esa especie de pabellón de calentamiento anexo al gran recinto- con pocas expectativas respecto a lo que iba a ver. El nuevo disco de la banda, homónimo, tampoco permitía hacerse ilusiones. Es más malo que pegarle a un padre. Y el anterior, 'Our love to admire' tenía tela también. Así que confiaba yo en las excelencias de las seis o siete buenas canciones repartidas en sus dos primeros álbumes para pasar una velada agradable. Porque a Surfer Blood, el prometedor combo que oficiaba de telonero, no llegué a verlo.

Total, que debía de ser mi día de suerte. Primero, llego y descubro que el pinchazo de público es importante, y que sólo unas 3.000 personas aguardan a las estrellas de la noche, cuando el local podría acoger a casi el doble. Bueno, a 40 pafias la entrada tampoco sé de qué me extraño.

Segundo, sale Interpol al escenario y ofrece una actuación notable, con uno de los mejores sonidos que he escuchado en directo desde hace bastante. El cuarteto ha incorporado un teclista para los conciertos y ha reemplazado provisionalmente al bajista que se fue con David Pajo, un histórico de la escena alternativa (Slint, Tortoise) que ahora ejerce de mercenario de lujo. Todo un acierto.

De este modo, los discretos temas recientes pasaron sin causar daños irreparables y los aciertos de épocas pretéritas sonaron inspirados: 'Evil', 'Slow hands', 'NYC', Obstacle nº 1'... Para mi sorpresa, no interpretaron 'PDA', una de sus tres o cuatro mejores canciones, pero tampoco tengo demasiada queja. Sólo constatar que, al igual que los Cure del periodo post 'Wish', los neoyorquinos tienen cuatro modelos de canción y de ahí no hay quien les saque.

Vídeo del día: 'Untitled', INTERPOL


miércoles, 17 de noviembre de 2010

Pijerío e indie pop



En un alarde de sociología barata, hoy les hablo de la consolidacion de un fenómeno: el pijo indie. Lleva ya meses creciendo y provocando apreturas en conciertos y festivales varios, pero la apoteosis tuvo lugar el pasado sábado en las dos salas principales de Razzmatazz. Coincidían las actuaciones de Vampire Weekend en la 1 y de The Drums en la 2, dos combos de pop vitaminado, fresco y rabiosamente juvenil que, curiosamente, saltaron a la popularidad por esos lares gracias a su paso por el Primavera Sound, los primeros en 2008 y los segundos hace unos meses.

Como a VW les pude ver hace unos meses en una infecta discoteca del Poble Espanyol y repetían bolo -misma gira, mismo disco- acudí curioso a ver a The Drums. Entradas agotadas en ambos casos, por cierto, para que luego digan que hay crisis. O para que vean que no se trata de un público muy afectado por la recesión.

Llego justo de hora para no aburirme -voy solo- y primera sorpresa: habrán agotado el papel, pero he pasado apreturas mucho mayores en otras ocasiones en esa misma sala. Vamos, que por atrás se está razonablemente ancho. Ojo, no me parece mal, porque prefiero morir en mi cama mirando al techo que aplastado por gente sudorosa con poca querencia por el desodorante.

Musicalmente, los amigos -de Brooklyn, sí, como VW- tienen un álbum y ya está, así que el repertorio no descolocó a nadie. Su hit más evidente, 'Let's go surfing', que suena hasta en un anuncio de coches, sonó a media actuación con su famoso silbidito pregrabado. Por lo demás, unas cuantas buenas canciones y un cantante entre histriónico y directamente hostiable que lo da todo. Bastante entretenido.

No obstante, a la hora exacta de actuación el cuarteto se ausentó para no regresar. Por un momento pensé en la gente que había pagado religiosamente su entrada, no como yo, pero luego me enteré de que el precio era de 14 euros más gastos, así que tampoco es tan grave. Eso sí, me acuerdo del hype del año pasado, The Pains of Being Pure at Heart, con apenas un disco en el mercado y enrtadas a 29 euros en Bikini. Un robo en toda regla.

Vídeo del día: 'Best friend', THE DRUMS


martes, 16 de noviembre de 2010

Hacer mucho ruido es muy divertido



Me perdonarán que parafrasee a los Ilegales en el título, pero hacía tiempo que no me castigaba tanto los tímpanos como el pasado jueves en Apolo durante el concierto de Black Rebel Motorcycle Club. Y eso que servidor y acompañantes se acomodaron al fondo de la sala, con la espalda en la pared, porque a una distancia próxima a los altavoces, aquello tenía que ser delirante. Es más, en el baño, con la puerta del excusado cerrada, ésta temblaba al compás del bajo -dum, dumdum- de forma amenazadora.

Por lo demás, el bolo de BRMC no difirió mucho del ofrecido en la misma sala hace tres años. Desde entonces, han editado un directo, un disco de desvaríos instrumentales y un nuevo álbum con temas frescos. Estas canciones mantienen el doble perfil que hasta ahora sigue el trío que empezó su trayectoria como cuarteto: guitarras distorsionadas a lo The Jesus and Mary Chain pero a más velocidad, y blues acústico y rural, áspero y con raíces. Un acierto, porque dos horas de barahúnda a todo meter acaban con la disposición del más animoso. Destaco lo de las dos horas porque su anterior concierto se extendió hasta las dos horas y media, lo que debería estar penado por la ley. Recuerden, menos es más.

Acabo. Pocas sorpresas, bolo previsible pero sabroso, faltó su segunda canción más conocida, 'Love burns' -la primera es ésta-, y cuento los días para que entre en vigor con todo rigor la ley antitabaco, porque algunos ambientes son asquerosos.

Vídeo del día: 'Ain't no easy way'

jueves, 11 de noviembre de 2010

Mitad de trayecto



Sobresaliente, fantástico incluso me ha parecido 'La bicicleta estàtica', el nuevo libro -mejor dicho, librito- de relatos de Sergi Pàmies. Se mantiene el estilo sobrio, diáfano y certero, pero, a diferencia de 'La gran novel.la sobre Barcelona' o 'Si menges una llimona sense fer ganyotes', la visión de Pàmies es más autobiográfica, ajustando el foco sobre las cuestiones que le asaltan a uno en el ecuador de su vida.

Esta etapa, que el escritor refiere como "la de la intendencia" -y en la que uno, si no está ya inmerso, poco le queda-, descubre a Pàmies cuál es "el sentido real de la vida, ya que la felicidad es efímera", según contó a La Vanguardia. Me he fijado en estas palabras al recordar una pregunta de un conocido al que vi hace unas semanas -no le veía desde hace unos cuantos años- y que lo está pasando muy mal. "¿Eres feliz?", inquirió.

De entre los 19 relatos que conforman el volumen, el que le da título resulta un ejemplo perfecto del tono triste pero libre de afectación que impregna sus páginas. ¿O acaso hay algún símbolo mejor de la mediana edad que esa ridícula bicicleta estática que nadie emplea más de cuatro veces?

Tratándose de un libro de cuentos realmente cortos, mejor lo dejo aquí y no reviento nada. Háganse un favor y léanlo.

Vídeo del día: 'Absolute beginners', DAVID BOWIE

martes, 9 de noviembre de 2010

La extraña pareja



Un año más, llegó a Barcelona el festival In-Edit de documentales musicales, y, como siempre, me planteé ir a cinco o seis pases. Contra todo pronóstico, doblé mi media anual y asistí finalmente a dos proyecciones: 'The White Stripes: Under Great White Northern Lights' y 'Don't look back'. La primera, ya se imaginan, protagonizada por la extraña pareja que conforman Jack y Meg White; la segunda, por si alguien se ha despistado, es todo un hito del género: el seguimiento que D. A. Pennebaker -uno de los padres del formato- realizó en 1965 de la gira de Bob Dylan por Gran Bretaña.

Lo de las grandes luces blancas del norte se refiere a que el dúo que sólo viste de blanco, rojo y negro constata un buen día que no ha realizado una gira como Dios manda por Canadá. Esto es, por las pequeñas ciudades septentrionales del país y no sólo Toronto, Montreal, Vancouver, y alguna otra. Así que se ponen manos a la obra y empiezan a recorrer entrañables localidades tipo 'Doctor en Alaska' en las que, además de la actuación vespertina en la sala o teatro del lugar, para mejor empaparse de las esencias locales, ofrecen un bolo semiimprovisado en boleras, bares, quioscos en parques y otros emplazamientos curiosos, como un asilo de esquimales.

Además del seguimiento en su periplo por el Yukon, el Territorio del Noroeste o Terranova -que levante la mano quien haya pisado esta isla; sí, servidor- la cinta incluye una entrevista con la pareja que me lleva a plantearme para qué mantiene el amigo Jack el formato dúo, ya que su falsa hermana -su ex, en realidad- aporta más bien poco, por no decir nada, en términos musicales. Si a ello añadimos que toca la batería regular, pues... raro, raro. Lo que sí queda claro es que Jack White es un músico superdotado y uno de los mejores bluesmen blancos que ha habido nunca, cantando, al piano o a la guitarra.

Por su parte, 'Don't look back' es la piedra angular del documentalismo musical. Uno de sus hallazgos es, posiblemente, el primer videoclip de la historia, 'Subterranean homesick blues', que prácticamente abre el metraje. Luego, un lúcido retrato de alguien que era casi un dios hace ya 45 años cuando recorrió la pérfida Albión junto a Joan Baez y el impagable manager Albert Grossman. Éste regala grandes momentos a la cámara, como una lección sobre el arte de negociar una actuación televisiva de su pupilo o como la bronca con todo tipo de insultos que le endilga a un estirado director de hotel.

Hasta hace poco, Dylan no era especialmente santo de mi devoción, pero desde que le vi en directo el pasado verano, mi interés ha crecido. Antes de cerrarse en sí mismo y volverse lo huraño que ahora es, Robert Zimmerman fue no ya un músico, compositor o poeta, sino un joven brillante y agudo, repleto de carisma. Vale mucho la pena verle lidiar con fans adolescentes a las que recomienda pensar por sí mismas y no hacer demasiado caso de los demás.

Lástima que tenía un compromiso y me perdí los últimos 20 minutos al salir de la sala. Queda pendiente, así como otras cintas del certamen que no pude ver aunque tenía bastante interés en ellas: Novedosas ('Lemmy', sobre el líder de Motörhead; 'Upside down, the story of Creation Records) o viejos hitos del amigo Pennebaker que podían verse, por fin, en pantalla grande: '101' (Depeche Mode), 'Monterey Pop' (Jimi Hendrix, Otis Redding...), 'Ziggy Stardust' (David Bowie).

Vídeo del día: 'Jolene', THE WHITE STRIPES

lunes, 8 de noviembre de 2010

El mejor directo del mundo




LCD Soundsystem llevan casi un lustro siendo la mejor banda en directo del mundo. Son los Stones del 72, los Clash del 79, los Mano Negra del 90 o los Primal Scream de 2000. Un cañón, una apisonadora hedonista, una máquina del baile podrían ser buenas definiciones de lo que ofrece James Murphy y compañía sobre un escenario. Lamentablemente, el neoyorquino ha anunciado que la vida del combo se acaba este año, así que la cita del sábado en Razzmatazz era la última oportunidad de asistir a uno de su arrolladores conciertos.

Lleno en la sala -otro reencuentro amistoso, éste con G.- y hambre por una entrada en los aledaños. Tras el tremendo bolo que ofrecieron en el Sónar-una hora pelada y les cortaron el sonido, de lo que me enteré más tarde- había ganas de LCD. Curiosamente, un rato antes, tres personas vinieron a decir lo mismo cuando les dije que iba a este concierto: "¡Qué envidia!". Sin teloneros, que son un suplicio cuando hay sold out, la cosa empezó engañosa -sonaba por megafonía la horrenda 'I'm not in love' de 10CC- pero fue salir el grupo a escena, atacar 'Dance yrslf clean' e iniciarse el terremoto.

A todo esto, como estuve en un extremo casi de banderín de córner, soy incapaz de decirles cuánta gente había bajo los focos, me faltó ángulo. Lo que sí percibí fue la amalgama de rock, dance, funk, disco y varas cosas más que escupían los altavoces. Un repertorio soberbio, picoteando de sus tres álbumes, con paradas de excepción en 'Daft Punk is playing in my house', 'Losing my edge' o mi favorita, 'Tribulations'.

En el cierre, bis de dos temas, y 'Home', que cierra un aquelarre bailongo de unos 100 minutos. El mejor concierto del año, el mejor grupo del mundo sobre un escenario.

Por otra parte, el pasado jueves tuve el privilegio -gracias al gran V.- de asistir a una actuación privada de Franz Ferdinand para la cervecera San Miguel, que sorteó y repartió las entradas. Un marco extraño, una nave de un astillero frente al hotel vela, acogió un concierto de otro grupo excelso en directo, pero cuyo tercer disco no sabe bien qué quiere ser de mayor. Y los terceros discos son los que acostumbran a definir el futuro de las bandas con vocacion mayoritaria. Así, Oasis enterraron su carrera con 'Be here now' mientras que, por ejemplo, Arcade Fire, aspiran a la corona de los pesos pesados con 'The suburbs'.

Pocas sorpresas respecto al show en Badalona de hace once meses. Bueno, ninguna con la salvedad de que por causas que no vienen al caso me perdí el final de la actuación. Sus dos mejores canciones, ambas del primer álbum, siguen siendo imbatibles: 'The dark of the matinée' y 'Michael'. Su hit más popular -'Take me out'- sigue siendo una bomba en directo y la idea de tocar percusiones los cuatro durante un rato sigue siendo un dislate.

Siguen siendo una banda más que recomendable para todos los públicos, pero les he visto cuatro conciertos en cinco años y el efecto sorpresa se ha evaporado. Sus mejores temas son bazas seguras sobre un escenario, pero me da en la nariz que están en le momento de renovarse o morir. Veremos.

Vídeo del día: 'I can change', LCD SOUNDSYSTEM

jueves, 4 de noviembre de 2010

Elogio de la triste belleza



Tristeza y belleza son las dos palabras más recurrentes que asoman a mi mente cuando escucho a Tindersticks, un grupo que ha sabido esquivar el anclarse en el cortavenismo para abrirse a sonoridades más próximas al soul y las torch songs. En Apolo presentaban su octavo álbum, 'Falling down a mountain', y resultó ser su entorno ideal, después de haberles visto en directo en un teatro, en un jardín al aire libre, en un gran festival y en una sala de conciertos grande y fría. Aforo al 80% y una vieja amiga del blog, la simpar M., entre el respetable.

David Kitt es un nombre que me dice más bien poco. Ahora sé que se ha incorporado a Tindersticks como guitarrista de apoyo en esta gira y que además telonea a la banda con sus propias canciones. No me pregunten qué tal, porque no llegué a escucharle, pero el aspecto del tipo -parecía el bajista de los Dire Straits- hacía presagiar lo peor. Por suerte, casi a la hora señalada, el ahora trío -aunque septeto en directo- salió a escena y arrancó una de las mejores y mas emocionantes veladas musicales que recuerdo. En este caso no llegó a asomar ninguna lágrima, pero la piel de gallina fue una constante.

Alternando nuevos temas -hasta siete de 'Faling down a mountain'- con los clásicos imperecederos de sus dos primeros trabajos, Stuart Staples y compañía maravillaron a la audiencia moviéndose del registro trágico tipo 'la vida es una mierda y voy a matarme esta noche bebiendo absenta' a doloridos cantos al desamor que mantienen aún un mínimo resquicio para la esperanza. Clase y sensibilidad de la mano.

En primera fila, Staples, que empleó la guitarra en casi todos los temas, flanqueado por el guitarrista y el saxofonista-violonchelista que le acompañan en la formación original desde hace casi dos décadas. Además, la alineación se completaba con batería, bajo, guitarra -el citado David Kitt- y teclista. Una banda capaz de bordar la interpretación de 'Raindrops', la canción más triste del mundo -o la más bonita, aúno lo tengo claro- elevándola desde un lamento a media voz hasta un clímax sónico que hacía temer por el cielo sobre nuestras cabezas.

Pocas joyas de su catálogo quedaron fuera. Sonaron 'Tyed', 'City sickness', 'Bathtime', 'A night in' y la tanda de bises prevista -los setlists de conciertos previos se encuentran por internet- se convirtió en dos. Fue una de esas ocasiones -extrañas por reales en estos tiempos tan demagogos- en que notas que los músicos se hallan tan cómodos y arropados que se quedarían toda la noche sobre el escenario. El remate llegó durante la que parecía ya la retirada definitiva; mientras sus compañeros hacían mutis por el foro, Staples se colgó la guitarra de nuevo y, sin consultar con nadie, arrancó un 'Tiny tears' al que los demás se tuvieron que sumar. Inolvidable.

Vídeo del día: 'Black smoke', TINDERSTICKS

martes, 2 de noviembre de 2010

No eres tú, soy yo



Los Planetas de 2010, como los de 2009, son, sobre un escenario, los mejores Planetas posibles. Suenan con potencia, como siempre, pero ahora los matices de la instrumentación son reconocibles, el muro de las guitarras coexiste con los teclados voladores, por no hablar de la voz de J, antaño un ininteligible soniquete y ahora el vehículo por el que se entienden, por fin, las letras.

Viene a cuento todo esto porque el concierto del viernes pasado en Razzmatazz, pese a lo arriba expuesto, me dejó más frío que otra cosa. Así que supongo que el que ha cambiado soy yo. Mi relación con Los Planetas conoció una época de locas pasiones (1997-2003) con cada concierto convertido en una prueba de fe a ver si el grupo encontraba la inspiracion en el aire o, por el contrario, se abandonaba a una antiactitud perezosa y al desastre por los altavoces. Las más de las veces aquello era un despropósito de guitarras enmarañadas y pitidos varios, pero, en ocasiones, asomaba el duende (FIB 2000) y te compensaba de tanta penuria.

Ahora, ni sufro ni padezco. La aproximación al flamenco de 'La leyenda del espacio' -y de parte de 'Una ópera egipicia'-, que tanto me agradó al editarse el álbum hace tres años, no me despierta ahora ninguna emoción especial, y en Razzmatazz sólo constaté las variantes (canción tipo A, tipo B) según el palo flamenco del que parten.

La parte buena del asunto es que por primera vez pude disfrutar de dos de sus tres mayores canciones pop -'David y Claudia' y 'Un buen día'- bien tocadas y sonorizadas como Dios manda. La tercera es 'La playa', por cierto. Y, como siempre, fue una delicia escuchar esa gema de orfebrería psicodélica que es 'Corrientes circulares en el tiempo'. Poco poso para una relación de tantos años.

Antes de la actuación de los granadinos, pude asistir al desatino de dotar a La Bien Querida de una potencia de sonido más propia de Black Sabbath que del aire melancólico que impregna las canciones de la bilbaína. Lo del bailaor al final tiene un pase en una sala pequeña, pero es un despropósito enorme ante casi 2.000 personas.

Vídeo del día: 'David y Claudia'