martes, 30 de marzo de 2010

Superfluo e innecesario



Cuando pensaba que el rizo de la incompetencia era ya imposible de rizar por parte del Ayuntamiento de Barcelona, héte aquí que el alcalde y sus secuaces han perpetrado una doble jugada difícil de creer incluso tratándose de quien se trata. Me refiero a la reforma de la Diagonal y a la petición de albergar unos Juegos Olímpicos de Invierno.


Sobre la larga avenida, la cuestión que primero me asalta es: ¿seguro que hace falta? Vamos, que todo es mejorable, pero teniendo en cuenta que la zona próxima a Passeig de Gràcia y Rosselló lleva cerca de cuatro años en obras, no sé si ahora los vecinos de la zona tendrán ganas de otro lustro de jaleo.


El retoque afectaría al tramo comprendido entre Francesc Macià y Glòries. Curiosamente, el segmento que el consistorio considera más urgente reformar -de F. Macià a Pg. de Gràcia- acoge -cada vez más- las tiendas barcelonesas de grandes firmas de moda internacional como Gucci o Armani, cuyos responsables no creo que decidiesen invertir en un área decadente. Tampoco tengo constancia de movimiento vecinal alguno que reivindique meterle mano a este trozo de la Diagonal.


Lo de reducir el tráfico no tiene mucho sentido, porque se canalizaría por otras calles y atascaría la parte alta del Eixample. En cuantro a unir los tranvías del Besòs y del Baix Llobregat, pues... quizás primero habría que preocuparse de que la gente pagara el billete. Y luego, habría que pararse a pensar quién hace trayectos de 12 o 14 kilómetros en tranvía y en qué ciudad, habiendo como hay una red de metro. Que no está mal pero que, puestos a invertir, habría que ampliar antes que el tranvía.


A todo esto, el ínclito alcalde ha decidido que el pueblo es soberano y ha montado una consulta popular para que cualquiera vote una de las dos opciones propuestas y una tercera más sensata: dejar el asunto como está y dedicarse a las cosas serias. Si ya es absurdo someter una cuestión de tal calado a votación ciudadana -¿por qué no votar sobre el coste del bicing o la recogida de basuras?-, la cosa raya la idiotez al abrirse el espectro del electorado hasta los 16 años. Con un par.


¿Inversión innecesaria? Puede ser, vamos, seguro, pero agárrense que hay más. Porque el proyecto que sin ningún género de dudas es abusrdo, costoso y superfluo es el de hacer de la Ciudad Condal una sede olímpica, esta vez invernal. Con la que está cayendo -me refiero a la crisis económica y a los ignotos brotes verdes-, Hereu se descuelga con otro proyecto faraónico (como buen alcalde barcelonés) que nos saldría todos por un pico y cuya utilidad se le escapa a todo el mundo.


Porque, por si el edil no lo sabe y piensa en promoción, Barcelona ya está en el mapa. De hecho, y con letras bien gordas, destaca en el mapa europeo del turismo basura y los visitantes indeseables. A no ser que queramos convertirla ahora en el nuevo Aspen o Gstaad, lo que comportaría algún que otro problemilla. Véase si no el episodio de la nevada de hace unas semanas, cuando pareció que unas horas de tormenta invernal iban a acabar con la civilización occidental.


En fin, de aquí a un año hay elecciones municipales y huelga decir cómo pintan las encuestas para el actual equipo de gobierno. Porque estas locuras sólo las causa la mayor de las desesperaciones: perder el sillón.


Vídeo del día: 'Walk out to winter', AZTEC CAMERA

viernes, 19 de marzo de 2010

El fin de la inocencia



Por fin he logrado hacerme en DVD con 'Gimme shelter', el documental sobre la gira estadounidense de los Rolling Stones de 1969, que se cerró con un macroconcierto lleno de incidentes en el circuito de Altamont (California), y la muerte ante las cámaras de un chico a manos de los Hell's Angels. El asesinato de Meredith Hunter certificó el fenecer de la era hippy, el flower power y la utopía sesentera en general. Era el fin de la inocencia.

Los hermanos Maysles convencieron a los Stones de acompañarles con la cámara filmando a todas horas en el último tramo del tour, algo impensable hoy en día con una gran banda. El asunto arranca con el concierto del Madison Square Garden -'Jumpin' jack flash', 'Love in vain', 'Satisfaction'- y alterna con tomas de los legendarios estudios Muscle Shoals, en Alabama, donde se grabaron 'Wild horses' o 'Brown sugar'.

Asimismo, intercaladas a lo largo del metraje, aparecen las imágenes que tomó otro equipo durante esos días en el despacho de un abogado en San Francisco. Infinitas llamadas de teléfono en torno a las negociaciones para el concierto de fin de gira: un festival gratuito con varios grupos, la respuesta californiana a Woodstock, celebrado unos meses antes. Pero los problemas surgen desde el principio: De las afueras de San Francisco se pasa a un circuito de velocidad con una única carretera de dos carriles como acceso, la previsión de asistentes crece cada día, el caos organizativo se ve venir, la policía pone todas las trabas posibles ante la imaginable invasión de decenas de miles de personas...

El día del concierto, todo apunta al desastre. Kilómetros y más kilómetros con coches en las cunetas, más de 300.000 personas con un altísimo índice de colgados de LSD y otras sustancias, y de remate, la peregrina idea de encargar la seguridad del concierto a los Hell's Angels. Una concesión que los Stones ya habían hecho meses atrás en el Hyde Park londinense, pero claro, los moteros británicos son unas monjitas al lado de las bestias pardas que toman el control en Altamont.

Las palizas e incidentes son constantes, e incluso un componente de Jefferson Airplane queda fuera de combate a manos de los Ángeles. El concierto de los Stones sufre constantes interrupciones y el bolo transcurre en un ambiente de violencia inimaginable. Plano legendario: En un momento dado, Jagger canta, y a unos metros, un motero le mira con la mayor cara de odio y desprecio. Va a pasar algo gordo.

Y pasa: Tocan 'Under my thumb' -la leyenda siempre dijo que era durante 'Sympathy for the devil'- y un chaval negro con un traje verde que empuña un revólver es apuñalado ipso facto por los Hell's Angels. Terror, confusión y los Stones que se apiñan en su helicóptero para salir de allí cuanto antes. Luego se supo que tres personas murieron más en el concierto, dos por accidente y una por drogas.

El cierre, con Jagger viendo las imágenes en la sala de montaje, es como un espejo. El cantante tiene la misma cara de pasmo que el espectador que ve el suceso por primera vez. Si usted tampoco lo ha visto, tiene suerte, porque el documental íntegro puede verse aquí. Comprobará cómo, gracias a Dios, han cambiado los festivales.

Vídeo del día: 'Gimme shelter', THE ROLLING STONES

martes, 9 de marzo de 2010

Tiempos nuevos, tiempos salvajes



Llevo unas semanas desechando series que seguía y que ya no me motivan ('True blood', 'Hung')y catando nuevos sabores catódicos. De momento, estoy satisfecho con la oferta culinaria de 'Sons of anarchy', visible en el flamante canal Fox Crime y disponible (imagino) en la vasta oferta de internet. La trama versa sobre las andanzas de una tribu de moteros, los citados 'hijos de la anarquía', que se dedican a nobles actividades como la extorsión o el tráfico de armas y regentan un taller mecánico que hace las veces de tapadera.


El embrollo familiar que sustenta la acción viene a ser un cruce entre 'Macbeth' y 'Hamlet'. Por si no hay muchos fans de Shakespeare en la sala, amplío: el protagonista, futuro presidente del club de motoristas, es un querubín -clavado a Kurt Cobain- cuyo padre fundó la hermandad pero falleció hace unos años. A su muerte, su viuda -la mamá del rubito- se casó con el colega de toda la vida del difunto y actual mandamás, que hizo además de padre del muchacho.


Y en el momento presente, entre una actividad ilegal y otra, el joven heredero se dedica a leer una especie de memorias de su padre, donde lamenta que el sueño de anarquía y libertad original acabara convertido en una rama macarra del crimen organizado. Con lo que se prevé pelea de gallos en el corral de las Harley entre padrastro e hijastro.


Punto a favor: El líder de los Sons of Anarchy luce la pinta de Ron Perlman, esa bestia parda alta y algo jorobada que ha actuado en innumerables films, pero protagonizado pocos, como 'Hellboy'. El resto del reparto tiene bastante cuajo -sale hasta Drea de Matteo, la sobrina de Tony Soprano- y, qué demonios, es una serie de acción de las que la pequeña pantalla no va sobrada, sobre todo después del fiasco de 'Flashforward' y de la absoluta ida de olla que es la temporada final de 'Perdidos'.


Y como toda serie de calidad tiene un personaje que es más malo que la tiña y a la vez está cargado de matices que le otorgan profundidad, les recomiendo que presten atención a la mamá del protagonista, encarnada por la gran Katey Segal. Esta señora, que fue la madre de 'Matrimonio con hijos' y hace de esposa de John Locke en 'Perdidos', da auténtico miedo cuando se pone estupenda en 'Sons of anarchy'. Prueben, prueben.


Vídeo del día: 'Stylo', GORILLAZ


PD: Ojo a la estrella del final del clip.

lunes, 1 de marzo de 2010

Efervescente optimismo



No se me ocurre mejor banda sonora para una mañana soleada que Vampire Weekend. Sus píldoras de pop juguetón, a veces saltarín, tan deudoras de Talking Heads como del 'Graceland' de Paul Simon, rebosan optimismo y luminosidad. Así que el público que se aplastaba el sábado por la noche en la infame sala Penélope -luego me extiendo sobre este asunto- tenía claro que no iba a asistir a un concierto de un artista cortavenas, sino todo lo contrario. Alegría, que cantaban los Antònia Font.


La crítica especializada tiende a tildar de pijos a los integrantes del cuarteto neoyorquino, estudiantes de clase media acomodada que se conocieron en la universidad. Puede que haya algo de cierto aunque el hábito no haga necesariamente al monje, pero lo indudable es que Vampire Weekend son ahora mismo una banda inspirada, con un sonido ajustado y sin desvaríos pero rico en detalles. Canciones de no más de cuatro minutos que acaban cuando tienen que acabar, sin autocomplacencia. Ya saben, menos es más, lo bueno si breve...


Con todo ello, respetable y artista dieron muestras de pasarlo en grande. Los de abajo, saltando en la medida en que pueden hacerlo las sardinas en lata. Los de arriba, ofreciendo inspiradas lecturas de 'Cape Cod kwassa kwassa', 'A-punk', 'Horchata' u 'Oxford comma' y confirmando que la revelación de 2008 que maravilló ese año en el Primavera Sound sigue teniendo eso. El inapelable fin de fiesta, con 'Walcott', mandó a la gente a la calle con una sonrisa en el rostro.


Y ahora toca hablar de la chapuza por parte de la promotora, que no es otra que la cervecera Heineken, metida a otros menesteres. No satisfecha con regir una sala en Madrid y otra en Valencia, la marca verde ha intentado abrir un local en la Ciudad Condal, hasta ahora sin éxito, y se ha erigido en competencia de otras promotoras cuadruplicado cachés en algún caso, lo que suele repercutir en el precio de las entradas. Hablo de The Pains of Being Pure at Heart en concreto.


En el caso que me ocupa, el escenario elegido para el bolo de Vampire Weekend fue la discoteca Penélope, situada en un rincón escondido del Poble Espanyol. Lo gracioso es que uno pasaba un control en las puertas del recinto y le abandonaban a su suerte en el interior de esta joya del kitsch retroturístico. Ni una indicación de la sala ni personal de la organización ni nada, así que Vicente va donde va la gente rezando para que sepan para dónde tirar. Obviamente, un grupo de más de 20 tuvimos que desandar lo andado en un momento dado hasta dar con la discoteca.


Ya dentro, la sorpresa de última hora fue que el telonero no hizo acto de presencia. Y la penúltima, comprobar que el local era realmente diminuto para una banda que, a buen seguro, hubiera reventado la sala 1 de Razzmatazz, con capacidad para 2.400 personas. En cambio, la salita de marras era más pequeña incluso que la sala 2 del complejo de la calle Almogàvers o el inmejorable Apolo.


Así que hubo que estar bien apretadito, gracias al sold out anunciado con semanas de anterioridad. Y suerte tuve de verlo desde un buen sitio -y, muy importante, próximo a la barra-, porque llegó un momento que, según entraba la gante, la mandaban obligatoriamente a un primer piso en el que sólo gozaba de buena visibilidad la primera fila acodada en la baranda. Y ya que lo preguntan, la entrada valía 27 euros más gastos. Resultado: hay gente que aún echa humo.


Vídeo del día: 'Cousins', VAMPIRE WEEKEND


PD: Al parecer, los chavales se quedaron con ganas de fiesta y siguieron de parranda esa misma noche en un piso particular. Lástima no haber estado.