lunes, 21 de julio de 2008

El rey de la selva


Disculpen el retraso, pero las lesiones de tobillo son engorrosas. Si a esto le añadimos el ralentí propio del estío y que el homo festivalensis, aunque renqueante, volvió a la carga, seguro que me entenderán. En fin, que hace unos días, con cojera y todo, fui a ver a Tom Waits. ¿A que jode?


Para empezar, por si queda alguien que no se ha enterado, hablemos del precio de las entradas. Las baratas, 100 pafias. Sí, baratísimas. Las otras, 125. Bien, pongamos que a cada una de las cuales hay que añadir los controvertidos gastos de distribución: ocho euros más. Total, 133 machacantes por entrada. Y si multiplicamos por dos, porque invité a V., a quien le hacía una enorme ilusión acudir, el montante total asciende a 266 del ala. Ya, nadie va obligado.


Al igual que nadie que va a Tahiti vuelve echando pestes aunque se lo haya pasado de pena y le parezca un lugar asqueroso, la gente que asiste -y paga- a un concierto de este calibre asegura siempre que ha sido sublime e inenarrable aunque le haya parecido un truño. Bien, Sobrevalorado está en condiciones de asegurar que, a pesar de haber comprometido su presupuesto estival, la actuación de Tom Waits le pareció histórica por méritos exclusivamente artísticos.


Servidor ha sido sólo degustador ocasional de Waits durante las últimas décadas. No obstante, el conocido poderío escénico del californiano me hizo armarme de valor -y de dinero- y plantarme en el Auditorio del Fórum, el que se usa también para el Primavera Sound.


Sobre el carisma de este artista y cómo interpreta -en el amplio sentido de la palabra- sus canciones en el escenario se ha escrito mucho últimamente y no se me ocurre nada original que decir. Desde luego, como he leído por ahí, en ocasiones se asemeja a un chimpancé en un circo de tres pistas, pero vaya simio. También recuerda a: un buhonero, un predicador en horas bajas, un charlatán de feria, un cómico de cabaret apestoso, un animador de bar de topless... y muchas cosas más. Pero resulta absolutamente fascinante.


Por lo que respecta a la música, lo resumiría en una sola palabra: blues. Arrimen el ascua a la sardina que más les sugiera este género -del jazz de Nueva Orleans a los estándares pasando por la vertiente eléctrica y descarnada-, que no se equivocarán. Arropado además por una banda extraordinariamente solvente, vástagos incluidos, el autor de 'Rain dogs' nos emocionó como pocos lo han conseguido.


El sector más viejuno del respetable echó en falta más presencia del Waits de los 70, el del mito del borracho encadenado a un piano. A cambio, tuvo al bluesman que deconstruye sus temas con aullidos, percusiones y hasta sonidos industriales. La parte central, con tres canciones al piano a la vieja usanza, me parecieron lo más prescindible del bolo.


En fin, que resultó glorioso. Lo que es de agradecer, porque, con lo que me costó, recordarlo solamente por lo de 'yo estuve allí' no me compensa, la verdad.

Tema + vídeo del día: 'Singapore', TOM WAITS

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Encima de cojo, cabroncete. Mira que ir a Tom Waits y encima chulear

Anónimo dijo...

Le hemos echado de menos, Sobrevalorado. A ver si se prodiga más y nos anima el verano!

Amanda dijo...

jm*pfkkgxf*kmpf!

...quién fuera V.

Celebro su recuperación, Sobrevalorado.

Sobrevalorado dijo...

Gracias a Neus y Amanda por sus cálidas palabras. Creo que Sobrevalorado no cerrará en agosto, así que les acompañará en la medida en que se lleven ustedes el ordenador a la playa.