Servidor se está haciendo mayor a toda velocidad. La prueba palpable es lo que disfruto últimamente en conciertos de señores maduros o directamente seniors que aparcan velocidad y saltimbanquismo en beneficio de una calma y un savoir faire que sólo dan el talento y los años. El caso que me ocupa hoy es Richard Hawley, una suerte de crooner británico con pinta de teddy boy talludito que emociona con sólo abrir la boca y actuó el martes por la noche en la infame sala Bikini.
Por partes. Lo de infame viene a cuento por lo siguiente: el local cuenta con una sala principal -que muchos conocerán como discoteca horterilla- y una lateral -normalmente salsera y aún más hortera que la otra- separadas por una barra (de bar) y una especie de persiana a modo de tabique. Bien, en los conciertos, con el escenario orientado a la sala grande, los responsables del recinto tienen la insana costumbre de levantar la persiana y habilitar el espacio contiguo ganando así capacidad.
Metes casi el doble de personas, sí, pero la mayoría tiene que conformarse con una apurada perspectiva en diagonal del artista, o bien mirar a una pantalla de vídeo tal que estuviese en un festival tipo Benicàssim. Una vergüenza lo mires por donde lo mires. Dicho lo cual, Sobrevalorado y acompañantes tuvimos suerte porque entramos, obligados, a la sala salsera y, con veteranía y colocación dignas del gran Baresi, obtuvimos un lugar con buena visibilidad y correcto sonido para lo que podría haber sido.
Al lío. El señor Hawley nos deleitó durante una hora y tres cuartos que pasaron en un suspiro interpretando casi todo su último disco, 'Truelove's gutter', editado el año pasado, y picoteando en su anterior entrega, 'Coles corner', que le dio a conocer no a las masas pero sí al público inquieto que escarba entre la podredumbre sonora contemporánea en busca de delicatessen. Añádase que sus álbumes anteriores apenas obtuvieron repercusión en España y el hombre era más conocido por ser el guitarrista de Pulp en los últimos años de la banda de Sheffield.
Que no hubiera cuerdas -un teclado las reproducía por vía sintética- no afectó a un repertorio magistral de lo que debería ser el ideal del cantante romántico del siglo XXI. Porque el perfil de crooner rockero del inglés, que le acerca a Elvis o Chris Isaak, quedó acentuado en su concierto barcelonés al renunciar a cualquier canción mínimamente movida. Ni un medio tiempo, vamos. Un ritmo lento presidió la velada, emocionante pese a los condicionantes ambientales, con la salvedad de tres o cuatro crescendos guitarreros de furia y sentimiento muy apropiados para romper el clima suave. El cierre, con el tema apuntado aquí abajo, acabó por apuntalar una noche en la que Hawley mereció salir por la puerta grande.
Vídeo del día: 'The Ocean', RICHARD HAWLEY
2 comentarios:
Eoo.
Delicatessen ya es plural! Es el mismo error, muy recurrente entre hispanos, que soy tu "fans". Así que nada de delicatessens.....
Ahora que lo dice, tiene usted toda la razón. Procedo a corregir. Gracias
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