Unos cuantos comentarios cinematográficos sobre cintas (más o menos) recientes, más centradas en la mera evasión que en el aspecto artístico del asunto, que también hay que descansar.
'Bienvenidos a Zombieland': La mejor película de domingo por la tarde que he visto en muuuuchos años. Por una parte, humor escrito con oficio y talento e interpretado con gracia; por otra, acción bien pautada, con abundancia de citas paródicas. El súmmum, la aparición de Bill Murray as himself. Divertida.
'Los hombres que miraban fijamente a las cabras': La típica película de la que lo mejor que dicen los protagonistas en la promoción es "nos lo pasamos muy bien en el rodaje". Un poco más de seriedad y rigor profesional, amén de un guion en condiciones, le hubieran venido muy bien a la cinta, que se acaba haciendo larga sin que aflore una sonrisa. En resumen, una buena idea echada a perder con un reparto de campanillas.
'Star Trek': La saga del vulcaniano orejudo me ha parecido siempre igual de deleznable que la de los enanos que corren por el monte. Pero esta nueva versión, que presumo poco fiel a la original y que habrá provocado sarpullidos a su fans, me lo ha hecho pasar razonablemente bien. Será porque esperaba un truño considerable o será la mano de J.J. Abrams ('Perdidos', 'Fringe'), pero este reboot -palabro de la semana, algo así como reinicio- del mito trekkie resulta entretenido. Ahora bien, no pidan más.
'Invictus': A los aficionados al rugby y al periodismo que tenemos por archisabida la historia de Mandela y los springboks, sólo nos queda una película bienintencionada y plana, dicen que dirigida por Clint Eastwood aunque en ningún momento lo parezca. Morgan Freeman no se ha querido morir sin encarnar al líder surafricano y el film lo paga con una carencia absoluta de tensión dramática. Queda, eso sí, una bonita historia de superación del odio para pasar en los institutos.
'El secreto de sus ojos': Por fin cine de altura. Campanella teje el perfecto equilibrio entre una historia romántica a la antigua usanza y una trama de thriller sobre la etapa más negra de Argentina. Con un hábil uso de la elipsis y sin caer en la singular verborrea del cine porteño, la cinta eleva el melodrama a arte apoyándose en dos intérpretes superlativos: Ricardo Darín y Soledad Villamil. A partir del segundo visionado -en el primero, la acción no deja lugar a fijarse en la caligrafía-, deténganse en la maestría del plano secuencia del estadio, una joya en sí mismo.
Vídeo del día: 'Sunny afternoon', THE KINKS