El otro día alcancé a ver un trocito del ¿reportaje? de Cuatro en el que una periodista se pasa 21 días fumando porros para que así el telespectador conozca con todo el morbo posible los efectos de hacer cosas tan chungas. El espacio debutó con la muchacha pasando tres semanas como una sin techo, para que veamos lo duro que es dormir entre cartones, y continuó con la intrépida reportera sometiéndose a privación alimentaria para que veamos en sus carnes lo que padecen los afectados por este tipo de transtornos.
Lo digo ya, que si no reviento. No es que esto no sea periodismo, es que esto es una estupidez y una irresponsabilidad. Para empezar, lo que se muestra no es un problema real -a esta chica no le pasa nada en principio-, sino inducido, así que ya vamos mal. Y quizás la definición de periodismo más acertada sea la de "contar a la gente lo que le pasa a la gente", premisa que aquí, desde luego, no se cumple.
Puedo entender que esta periodista sea todo ardor guerrero y no retroceda ante desafíos de este tipo, pero alguien más responsable y con más experiencia profesional debería, además de retirar el programa, decirle a Samanta Villar que periodismo no es representar para la cámara. Y que el periodismo gonzo, además de estar ya superado, no era exactamente esto.
Los límites de este tipo de reportajes, por llamarlos de alguna manera, no están claros. ¿Por qué no abortar? ¿O prostituírse? ¿O pasar del cannabis a sustancias más portentes? Pues miren, esto último ya lo hizo alguien que conozco hace años cuando el boom de las pastillas en las discotecas. Y salió publicado en 'El Mundo', aunque en una edición local. Quiero pensar que el escaso filtro aplicado por la jefatura del diario obedecía a que al autor en cuestión lo tenían casi por imposible.
Pero no todo está perdido. Veamos el ejemplo opuesto. Bueno, lo verá el que tenga Digital +, de momento. Me refiero a 'El árbitro', un documental de cerca de una hora, que recoge al colegiado español de Primera División Miguel Ángel Pérez Lasa tanto ejerciendo su labor de juez -o sea, pitando en el campo- como actuando en la parcela de los trencillas que no se suele conocer: viajes, cursos, entrenamientos, preparación de los partidos, etc.
En dos partidos concretos (Sevilla-Villarreal y Barça-Espanyol), Pérez Lasa y sus auxiliares llevan micrófonos que trasladan al espectador lo que se parlotea en el césped durante un encuentro. Tremenda la verborrea de Gaby Milito, por cierto, vaya crack. Viendo y escuchando esta perla de programa, uno asume que los futbolistas son unos cabrones de tomo y lomo y que pitar un partido profesional sin mandar a los jugadores a mamarla a Parla es una de las labores más complicadas que cabe imaginar.
Ahora bien, no todo el monte es orégano y el propio Pérez Lasa confiesa que es un poco chulito y que ser conocido le va de perlas a su negocio de venta de maquinaria. Y el arbitraje, aunque no estrictamente profesionalizado, puede rendir unos beneficios superiores a los 120.000 euros al año, dietas y gastos aparte. Esto no lo dicen Pérez Lasa ni el documental, pero ya se lo cuento yo.
Porque en 'El árbitro' no hay presentador, ni off conductor. No hace falta. Cuando hay calidad en imágenes, sonido y montaje, la realidad habla por sí sola, sin samantas de por medio.
Vídeo del día: 'Esperando nuevas órdenes', EXTRAPERLO