miércoles, 29 de agosto de 2007

Corre, corre



Hace unos días fui al cine, un hábito que, lamentablemente, estoy perdiendo con la edad. Algunos creen que se trata de un fenómeno propio del varón soltero heterosexual, pero no estoy del todo seguro. Bien, a lo que iba, como en aquellos días habían fallecido casi simultáneamente Michelangelo Antonioni e Ingmar Bergman decidí rendir homenaje a los dos maestros a mi modo. Mis amigotes y mi menda lerenda acudimos a unos multicines a ver 'El ultimátum de Bourne'.


Para los despistados, se trata de la tercera y última entrega de las andanzas de Jason Bourne, un agente secreto amnésico que regresa desde el filo de la muerte para poner las cosas en su sitio. El origen del personaje se halla en una novela de Robert Ludlum publicada en 1980, y hace cinco años se estrenó la primera entrega de la trilogía fílmica, 'El caso Bourne', a la que pronto siguió 'El mito de Bourne'.


Los lectores más avispados habrán adivinado que las pelis de Bourne no se parecen a 'El séptimo sello'. Quizás, en un plano más prosaico, sí tendrían en común el enfrentarse a las grandes preguntas de la vida, sobre todo ¿quién soy? y ¿cuánto tiempo me queda?, pero ahí se acaban las similitudes.


La saga Bourne constituye el mejor ejemplo de cine de acción del siglo XXI. Personajes con cara y ojos, que viven y sienten, arrastrados a una espiral de violencia que se les escapa de las manos. El héroe no está hecho de una pieza, sino que duda y sufre como cualquiera, aunque, claro está, a la hora de los mamporros se queda solo.


En esta tercera entrega, -sobre cuyo argumento no voy a entrar, para no desvelar nada de la trilogía- las pausas entre acción y acción son mínimas. Sin embargo, lo que podría resultar insoportable -carrera, tiroteo, persecución, pelea y vuelta empezar- no lo es gracias a un buen guión y a un director, Paul Greengrass ('United 93'), que domina el sentido del ritmo. Acabas cansado, sí, pero satisfecho.


Contra todo pronóstico, el protagonista de las tres entregas borda su papel. Y digo esto porque se trata de Matt Damon, actor sobre el que cualquier sospecha estaría plenamente justificada. Sorprendemente, Damon mejora sus prestaciones interpretativas a la hora de meterse en la piel de Jason Bourne y le dota de credibilidad, lo que no puede decirse de muchas pelis del rubio estadounidense.


Por último, una razón más a favor de 'El ultimátum de Bourne': Se ve mundo. Londres y Nueva York son escenarios habituales en este tipo de producciones, pero Madrid y Tánger, menos. Los que conozcan la ciudad marroquí la verán a todo tren en la gran pantalla, y la Villa y Corte.... hombre, se ve poco. La culpa es de la eficiente policía española, que aborta una misión en la que... hala, ya no cuento más.



Tema del día: 'Mongoloid', DEVO


1 comentario:

Anónimo dijo...

Usted siempre tan cinéfilo.