martes, 19 de mayo de 2009

Perdido en mi habitación



En un alarde de sillón ball, el pasado fin de semana me tragué 11 episodios de 'Perdidos' -cortesía de O.- para así cerrar la quinta temporada. He acabado de verla apenas unos días después de que terminara la tanda en EEUU, sumándose así a las hordas de jóvenes internautas que devoran sus series favoritas gracias a las descargas clandestinas de la red.


Hasta ahora no había escrito nada sobre 'Perdidos' porque resulta complicado añadir nada nuevo a lo ya dicho o escrito. Tampoco es que ahora se me hayan aparecido las musas y quiera largarles una tesis genial, pero el domingo, mientras devoraba las andanzas de Jack, Kate, Sawyer, Locke y los demás, me vino a la cabeza una cuestión.


'Perdidos' ha revolucionado la televisión como pocos productos en las últimas décadas, ha fusionado -puede que hasta deconstruido- los géneros, se ha convertido en un fenómeno global y ha dinamitado las reglas sobre la importación de contenidos en aras de la inmediatez. Vamos, que el público que devora la serie acude a internet horas después de la emisión en EEUU de cada nuevo capítulo para no perder comba respecto a los telespectadores yanquis. Se acabó lo de esperar meses y meses a que lo emita alguna cadena de pago, por no hablar de las cadenas convencionales (TVE, por cierto), que, as usual, se han lucido con esta serie en concreto.


Bien, 'Perdidos' es la leche. Creo que ha quedado claro. Ahora bien, ¿está al nivel de la Santísima Trinidad Televisiva? Sí, me refiero a 'Los Soprano', 'A dos metros bajo tierra' y 'The Wire', que vienen a ser a la pequeña pantalla lo que Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona al balompié. Repito, ¿está al máximo nivel de calidad o es sólo un entretenimiento de altura?


Y ahora, mientras los conocedores de la serie se estrujan las meninges, los profanos pueden empezar a plantearse por qué demonios no ven algo tan... adictivo. Se me ocurren decenas de motivos, pero sólo con el personaje de Hugo -y su manía de llamar 'tío' a todo el mundo- bastaría.


Vídeo del día: 'Jesus doesn't want me for a sunbeam', THE VASELINES

5 comentarios:

Murzuq dijo...

11 capitols d'una tacada!!! Que bestia!! Jo puc dir (i ara fardare tot i no ser cap merit) que segueixo Lost des del primer capitol que es va emetre alla cap a finals de 2004 o principis de 2005 a la Fox de Digital+, i religiosament he anat veient cada capitol a ritme d'un per setmana.

No puc dir si esta a l'alçada de la Santisima Trinitat perque no he vist ni un sol capitol de cap de les tres series (hi haure de posar remei aviat)! Aixo si, m'ho he passat bomba amb Lost!

Salut

PD: He votat per TV3 on fins i tot va apareixer Joel Joan (el nostre Marlon Brando) donant la tabarra nacionalista. A kilos de caspa de Cuatro.

Oscar Sánchez dijo...

Me encanta Perdidos, me o paso bien aunque muchas veces no entienda nada pero...a la altura de Los Soprano? Perdone, Sobrevalorado, pero citando al Jules de Pulp Fiction, Los Soprano y Perdidos "no es el mismo juego, no es la misma liga, ni siquiera es el mismo puto deporte"

Sobrevalorado dijo...

@ Murzuq: En cuanto a lo de la santísima Trinidad, sólo le puedo decir lo que Martín de Riquer a los que no habían leído el Quijote: "Qué suerte tienes, porque te aguarda un placer inmenso".

¿Joel Joan? ¿Es una broma?

@ Nicodemo: La misma cita tarantiniana me la han soltado en un foro cuando he panteado esta misma cuestión. Sí, vale, yo pienso más o menos igual que usted, pero quiero argumentos.

Murzuq dijo...

Li ho juro. Joel Joan en persona i cridant visca el Barça i visca Catalunya.... lliure (com no)! Ho vaig veure al Hat Trick Barça del cada cop mes insufrible Xavi Torres!

Salut

Anónimo dijo...

Lost no es una serie HBO. De hecho, cualitativamente (calidad de los guiones, realización, producción, actores) está a años luz de unos Soprano o The Wire, que en cierto modo se proponen como productos de calidad para un público adulto. Estas han contribuído a que cada vez se considere más a las series de televisión como un producto alto dentro de la industria del entretenimiento, al nivel de cierto cine y de cierta música popular, a los que se reconoce como objeto artístico al margen de su valor de mercado.

Lost no nace en ese contexto ni es ese tipo de serie. Lost es nuestro folletón contemporáneo, nuestra novela por entregas, nuestro Fantomas. Carece de esa voluntad de obra acabada, simétrica, autoconclusiva. Lost ha funcionado siempre por acumulación, por sugestión. Seguramente las condiciones de producción de Lost han condicionado su desarrollo; es más, el fenómeno de feedback con su audiencia de Lost es brutal. Lost no es un producto artístico tradicional, que nace con una forma definitva y se limita a desarrollarse; es algo más complejo, más bastardo, más primario. En el fondo, creo que lo pensamos muchos, no es siquiera una buena serie, pero es la que mejor ha sabido representar el absurdo de nuestro actual imaginario.