Cuando una actuación que preveías correcta y poco más arranca de matrícula de honor y se mantiene así por más de media hora, no te puedes creer tu buena suerte. Lo malo surge cuando llegan algunos bajones puntuales y el balance se te queda en notable alto. Lo que en otras circunstancias hubiera dado pie a esa cara de bobo que te deja la felicidad no pasa en cambio de media sonrisa lamentando lo que pudo haber sido y no fue. No sé si me explico.
Todo ello viene a colación tras el concierto de The Waterboys en el Coliseum hace unos días. Ya se hacía la cosa un poco extraña con la elección de un teatro -a veces cine- como local, la fecha (domingo) y la hora (las 20.00), pero son cosas de ese ente extraño llamado Festival de Guitarra, un absurdo cajón de sastre cuyo paraguas igual cobija a Mikel Erentxun y a Elliot Murphy, a Els Amics de les Arts y a Vieux Farka Touré, o a una banda de tributo a los Eagles (!) y a La Bien Querida.
La velada se anunciaba como 'An appointment with The Waterboys', jugando con el título del nuevo y aprovechable álbum del combo, 'An appointment with Mr. Yeats', que a su vez se inspira en textos del poeta irlandés W. B. Yeats. Sí, muy bien traído todo. De hecho, no se notó que por España giró una versión abreviada del combo, un quinteto, cuando en el Reino Unido no se suben menos de siete al escenario.
Tampoco hizo demasiada falta. Con un Mike Scott al frente en muy buena forma -tanto en voz como a las seis cuerdas- sus acompañantes le arroparon con prestancia incluido un, para mi gusto, estomagante abuso del violín. Lo mejor de The Waterboys -'A pagan place' (1984), 'This is the sea' (1985)- aunaba el dylanismo de 'Blonde on blonde' con una desbordante energía de aires célticos. Pero, ay, cuando el equilibrio deja paso al folklorismo digno de 'Gente joven' -ese maldito violín- o a un pseudonúmero teatral con máscaras que te inspira más vergüenza ajena que otra cosa no puedes dejar de pensar "con lo bien que iba todo...".
Y eso que el repertorio tuvo un planteamiento casi perfecto alternando el nuevo álbum con joyas añejas como 'Don't bang the drum' o 'The pan within' que, la verdad, servidor hubiera disfrutado más en otro tipo de recinto. En esa recta final cayó además mi favorita, 'Be my enemy', un trueno de canción que me enloquece desde hace más de 25 años.
Y como perfecto resumen de una noche que estuvo muy bien cuando podía haber sido legendaria, la tanda de bises enfervorizó al público menos exigente y nos dejó a algunos con cara de tonto. Echar a perder media 'The whole of the moon' con un arranque en clave reggae es un truco barato indigno de Scott, al igual que jugar a los bailes tipo yenka con el cierre de 'The fisherman's blues'. Triunfaron The Waterboys, inapelablemente sí, pero...
Vídeo del día: 'A girl called Johnny'
3 comentarios:
creo que el tema mascaras no fue para tanto, era la escenificacion de una poesia de Yeats, es cierto que iba para legendario, y le quito peso, pero quizas has sido excesivamente duro.
Eche a faltar algun tema, como old England o medicine bow, no se puede tener todo, y me acojone con el reagee, pero luego lo solucionó muy bien, simplemente por que es muy buen músico.
La banda al completo, ha llegado a ser de 12, es un espectaculo en directo. Creo que en UK van 8 esta vez.
Para mi un 9 pero ya sabeis que son un gran fan. Estoy bastante de acuerdo con tu critica.
Ahí ahí, un fan poniendo en su sitio al entendido.
Tengo que aclarar algo. Mi problema con la danza de máscaras y los bailes tipo 'Gangs of New York' obedecen a mi tirria ancestral al folklore céltico-irlandés. Puedo tolerar las fusiones-empanada de aires balcánicos o caribeños, por decir algo, pero no puedo con la combinación flauta + violín + verdes prados. Mea culpa.
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