Marchando media ración de titulares del día: "Portabella dice que ERC se plantea pasar a la oposición en el Ayuntamiento de Barcelona"; "Rajoy valora la oferta de Gallardón pero dice que hay más candidatos a número dos"; "Maragall dirige una 'Carta a los amigos' con su renuncia a la presidencia del PSC". Y se acabó el hablar de política por hoy, que ya hemos tenido bastante estos días. Bueno, sólo destacar que Simancas ha visto la luz: "El PSOE tiene que buscar un nuevo candidato", ha dicho. Amén.
Los que sigan estas líneas habitualmente sabrán ya que el jueves empieza el Primavera Sound, que supone el pistoletazo de salida para la temporada veraniega de festivales. Temporada que este su blog intenta seguir en la medida de lo posible, ya que una serie de factores ajenos -disponibilidad, ubicación, cartel- y propios -presupuesto, salud física y mental- juegan un importante papel en esta vaina.
¿Qué tiene un festival que es tan divertido? Básicamente, la música. Y, si uno no es tan melómano, pero le gusta el cachondeo, la diversión está asegurada. Algunas de mis amistades -a las que Violent Femmes les sonaba a plato de nouvelle cuisine- han acudido a estos eventos y se lo han pasado razonablemente bien.
OK, música aparte. ¿Qué se hace en un festival? Sobre todo, andar. Se camina mucho antes, durante y después del espectáculo. Entre las caminatas de antes y después, mis cotas más altas las he registrado en Benicàssim, con esos 25 minutos de media bajo el sol de agosto entre mi coche y el FIB. Que al regresar, con los albores de la mañana, se hacen interminables. Y sí, hay transporte público, pero sólo para quien esté alojado en el mismo pueblo (complicado) o en el cámping (ni en broma), con lo que los que dormimos en otras poblaciones estamos sujetos a la ley del aparcamiento.
En el espacio donde se desarrolla el festival también se gastan suelas a base de bien. En el citado FIB, menos que en Summercase o Primavera Sound, porque el Fòrum barcelonés resulta imbatible en este sentido. Una vez, no recuerdo en qué certamen, a mis amigos y a un servidor nos dio un ataque de risa idiota al darnos cuenta, cansadísimos, de que llevábamos cerca de una hora mariposeando por los distintos escenarios sni que nada nos acabara de seducir. Y eso son kilómetros, amigos. Consejo de veterano: calzado lo más cómodo posible, no importa si está de moda o no.
Y, dado que uno pasa en un recinto festivalero muchas horas, se bebe y se come. Vayamos por lo segundo: Adquirir comida en el interior de un festival requiere, ante todo, paciencia y un estómago blindado. Bien, la paciencia resulta útil en cualquier faceta de estos festejos, pero la resistencia estomacal deviene indispensable dado que, en un 80% de los casos, el calificativo comida basura se queda corto. Y la paciencia es para las colas, que en los festivales se hacen a discreción. Consejo: traigan sus bocadillos y otras viandas de casa.
La bebida, por el contrario, no es posible traerla de casa. La ley, que decía Radio Futura. Sólo agua, y sin tapón, es lo que se puede introducir. Sí, ya lo sé, todo el mundo cuela el tapón, pero es que suele haber agua gratis dentro. El alcohol es más complicado. Primero, la cola de los tickets -de caducidad diaria, ojo- que luego se canjean por consumiciones. Luego, la pelea de conseguir el bebedizo en cuestión. El afán sediento y las prisas por no perderse nada llevan en ocasiones a largas marchas en busca de la barra "donde no hay nadie". Otra leyenda urbana, por otra parte.
La última recomendación de hoy del abuelo Cebolleta es que compren muchos tickets de una vez. Si no los gastan, los pueden canjear al día siguiente. Evidentemente, no hagan esto el último día del festival. En el ya extinto Espárrago Rock, un temporal arrasó los escenarios y se suspendió el festival. Al año siguiente, no me quisieron reembolsar mis tickets vintage.
Continuará...
Tema del día: 'Bullet with butterfly wings', SMASHING PUMPKINS
2 comentarios:
yo lo que quiero saber es si se pilla cacho
Joder si se anda.... a veces ves conciertos y todo
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