Zapeando por la televisión convencional me encontré anoche con Macià Alavedra, insigne ex dirigente convergente y ahora muy bien colocado presidente de Abertis Logística. Resulta que este prohombre no está contento con el perfil que la Historia y las hemerotecas le han adjudicado y se ha propuesto corregirlo con un libro de memorias. Como suena. Bueno, con otras palabras, pero se trata de dejar para la posteridad los recuerdos de su carrera política de forma que nada la salpique.
Loable interés el de este prócer. La entrevista que le hizo Mònica Terribas en TV3 fue incisiva -como todas las que efectúa esta mujer- y me acordé de que cuando Alavedra tocaba pelo (poder) la televisión autonómica catalana no hubiera emitido algo así ni en sueños. A lo nuestro: la perla que me hizo brincar en el sofá fue el recuerdo al juicio al ex magistrado Lluís Pasqual Estevill. Este tipo, por si alguien no recuerda, era un juez de instrucción que chantajeaba a empresarios amenazándoles con la cárcel y que acabó -colocado por CiU- en el Consejo General del Poder Judicial. Terminó entre rejas.
Bien, pues Alavedra renegaba ayer de mucho de lo dicho y escrito sobre su relación con Estevill y proclamaba que su nombre no salía en la voluminosa sentencia contra el juez. Pues no saldría, pero en el juicio admitió que medió ante Estevill en varias ocasiones por petición de banqueros y empresarios para que el corrupto magistrado atemperara su particular caza de brujas. Sí, amigos, separación de poderes, Montesquieu y cualquier resquicio de ética a tomar viento. Dejando aparte la responsabilidad de haber metido con calzador -"és un dels nostres"- a un delincuente en el órgano que controla la Justicia.
Frente a la recurrente ridiculización -a veces, merecida- del Gobierno catalán de Maragall y ahora de Montilla, el recuerdo tiende a mitificar los excelsos tiempos pasados. Pero, ay, la memoria es frágil. Alavedra admitía ayer que mucha retórica inflamada, pero que de proyecto de país iban justitos en tiempos de Pujol, y que la nave convergente avanzaba a golpe de personalismos y de pugnas entre el propio Alavedra, Pujol, Roca y Cullell. Y que muy amigos entre ellos no llegaron nunca a ser.
Tanta sinceridad me recuerda el fin del pujolismo tan del gusto de Alavedra cuando la esposa del president, ante la evidencia de que tocaba abandonar la plaza de Sant Jaume, se sentía "como si hubieran entrado unos ladrones en casa". Si es que esto del sufragio universal es un atraso, señora. Ah, y la última de Alavedra. Después de años de que su coalición alimentara la tesis del expolio inversor centralista, el agravio de los peajes, y toda esa cantinela, nuestro hombre acabó presidiendo Aucat... que significa Autopistas de Cataluña.
Si alguien guarda los tiquets de los peajes, puede que le hagan un descuento en la librería al comprar las memorias de Alavedra. Voy a ver si encuentro alguno.
Tema del día: 'Working on the highway', BRUCE SPRINGSTEEN
1 comentario:
Otro vividor, el Alavedra. Y Narcís Serra, en Caixa Catalunya. Hay que joderse.
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